En el año 2009, en el Día de la declaración universal de los derechos humanos, el presidente Barack Obama recibió el Premio Nobel de la Paz.
En su discurso de agradecimiento, al presidente no se le ocurrió nada mejor que rendir homenaje a la guerra: la guerra justa y necesaria contra el Mal.
Cuatro siglos y medio antes, cuando el Premio Nobel no existía y el Mal no residía en las tierras que contenían petróleo sino en las que prometían oro y plata, el jurista español Juan Ginés de Sepúlveda también había defendido la guerra justa y necesaria contra el Mal.
En aquella época, Ginés explicó que la guerra contra los indios de las Américas era necesaria, siendo por naturaleza siervos los hombres bárbaros, incultos e inhumanos, y la guerra era justa porque es justo, por derecho natural, que el cuerpo obedezca al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, lo imperfecto a lo perfecto y lo peor a lo mejor, para bien de todos.
(Eduardo Galeano, “Los hijos de los días”, pag. 388. Ed. Siglo XXI de España Editores, S.A. 2012)
¡Jo, Antonio!. Hay para todos. En tu recopilación, es aplicable aquello de «leña al mono, que es de goma».