Con mis palabras no pretendo escribir ningún panegírico de nuestro querido hermano y compañero Manolo de Zuheros porque a él no le hubiera gustado. Lo que pretendo es rendir un pequeño homenaje de gratitud y afecto en el recuerdo entrañable y emocionado hacia su persona. Es fácil caer en la adulación cuando de alabar a alguien se trata en idénticas circunstancias. Manolo siempre fue un hombre sencillo y, por tanto, también buscaré la sencillez en mis palabras.
Cuando llegué al Seminario en Septiembre del 1960, todo era para mí como un mundo nuevo por descubrir. A los pocos días de estar allí e irme acostumbrando y habituando a la cotidianidad del Seminario, me di cuenta de que había otros compañeros de cursos superiores mucho más mayores que yo. Pensaba en ellos como si de mis hermanos mayores se tratase y de los que tendría mucho que aprender. Empezaba a familiarizarme con nombres como Neva, Cobos, Eugenio de Sevilla, Gabriel de Córdoba, Rafael de Puente Genil, Antonio de Trigueros, Miguel Tomás, Antonio Galván, Julio y Paco Luzón, Pepe Acedo, Manolo Poyatos de Zuheros y muchos más.
Manolo era un compañero amable en el trato, estudioso y aplicado y que no rehusaba el intercambio de palabras con los más pequeños. Excelente deportista y un buen billarista. Usaba gafas que le daban un cierto aire de intelectual. Para los pequeños, los compañeros de los cursos superiores eran nuestros modelos a seguir y les hacíamos caso en todos aquellos consejos que nos daban.
Han tenido que pasar casi cincuenta años para que volvamos a reencontrarnos con aquellos entrañables compañeros de los que su recuerdo quedaba todavía latente en nuestra memoria. Gracias a un grupo de seráficos de la última etapa del Seminario y al inestimable esfuerzo, apoyo y tesón del Padre Eulogio de Tiena, se constituyó la Asociación de Antiguos Alumnos Seráficos del Seminario de PP. Capuchinos de Antequera.
En los Encuentros anuales de la Asociación hemos vuelto a reencontrarnos, recordar vivencias pasadas, multitud de anécdotas, etc. que han hecho que nos reafirmemos de nuevo en la fraternidad franciscana que iniciamos en el Seminario. A los Encuentros a los que Manolo ha podido acudir, nadie como él ha vivido tan intensamente y ha disfrutado minuto a minuto, segundo a segundo, de la relación con sus compañeros. Aunque no coincidió con muchos de ellos en el Seminario por ser más jóvenes que él, su trato era el mismo para con todos: afabilidad, cariño y fraternidad a raudales. Para mí supuso una gran alegría el reencontrarme con él y fundirnos en un fuerte abrazo.
Cierto es que durante los Encuentros no te da tiempo de conversar con los compañeros todo lo que uno quisiera y, por este motivo, son muchas veces las que me he comunicado con Manolo vía e-mail o por teléfono. Mi objetivo al llamarlo era hacer que se evadiera por unos momentos de sus dolencias y darle ánimos suficientes para sobrellevar su enfermedad. No quería alargar mucho la conversación y él siempre me decía: «José Manuel, no te preocupes porque tu conversación me gusta y hace que recuerde cosas agradables de tiempos pasados».
Era un amante de su tierra y de su pueblo: Zuheros. En cierta ocasión me envió un correo con un vídeo precioso de los lugares más emblemáticos de su pueblo y de sus costumbres y tradiciones. La penúltima vez que hablé con él me comentó que se sintió fuerte y fue a su pueblo conduciendo su coche a una reunión de la familia Poyatos y regresó también a Madrid conduciendo. Le alabé un montón su decisión y le animé a que lo hiciese más veces. La última vez que contacté con él creo que fue en Agosto y hablamos del Encuentro de Córdoba al que por diferentes circunstancias no pudimos asistir.
Sus premisas siempre fueron la sencillez y humildad, quizá aprendidas en el Seminario. Fue un buen esposo, padre de familia y un superabuelo. Recuerdo los consejos que me daba siempre para el trato con mi nieto. Nunca los olvidaré.
Supo llevar su enfermedad con una gran entereza y serenidad de ánimo y lleno de una gran convicción religiosa. Entregó su alma al Señor rodeado y sintiendo el cariño de los suyos y una gran paz espiritual.
Tengo que hacer una mención especial al comportamiento del fraternal compañero Felipe Granados que supo estar al lado de Manolo a lo largo de toda su enfermedad como el buen samaritano del Evangelio.
Mi sentido pésame a su familia con la firme convicción de que siempre tendré a Manolo presente en mis oraciones y en mi corazón. Descansa en Paz, querido amigo.
José Manuel Chacón Mora de Níjar
(festividad de San Francisco de Asís )
Buenas tardes a todos. Soy el hijo de vuestro amigo y compañero Manolo Poyato.
Tan sólo quería agradeceros todas las muestras de cariño que habéis mostrado a mi padre a lo largo de estos años que ha estado ligado a esta preciosa asociación de antiguos alumnos. Recuerdo cómo vivía y preparaba su viaje al encuentro del año 2013, con la emoción de un niño y la potencia de corazón de un adulto.
Seguro que él seguirá dándonos fuerza para seguir con nuestras vidas. Fue un luchador y así hay que seguir.
Igualmente agradecer de todo corazón a Felipe Granados y a su mujer Cati, todo lo que han hecho en todo este tiempo, y de manera especial, en los últimos días de mi padre.
Buena suerte a todos¡¡¡¡
José Manuel: Estoy fuera de casa por motivos familiares y hasta hoy no he podido leer tu sentido homenaje a Manolo Poyato y, de paso, a todos los que vivimos aquellos años de Antequera. Se nota, se percibe tu cariño fraterno hacia todos. Y te pregunto: en la tercera foto, el capuchino que aparece entre vosotros es, quizás, Fray Mariano de Málaga. ¿En dónde os hicísteis esa foto?
Un abrazo