Fray Agustín Gemelli, en su libro “Franciscanismo”, después de evocar las figuras y la influencia del franciscanismo a través de los siglos, se pregunta: “¿En figuras tan dispares, en tan variadas actitudes y múltiples problemas no se pierde la fisonomía del Santo? Aparecen aquí muchos franciscanos; pero, ¿san Francisco dónde está? ¿Dónde está? Precisamente en esta variedad, signo de la gran libertad de espíritu que deja él a sus seguidores, en virtud de la cual da a cada uno una idea capaz de transformar su vida y de orientarla hacia Dios, respeta las características individuales, es más, les proporciona un núcleo y las hace fecundas bajo su impulso animador”.
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Ante esta gran variedad de vivencias, caemos en la cuenta de que nuestros Santos no son moldes, ni siquiera modelos a quienes “imitar”, sino más bien pistas que inspiran. Necesitamos dejarnos inspirar, dejar entrar en nosotros ese espíritu que bulló en ellos, para emprender nuestro propio camino, la realización singular, enteramente personal e irrepetible de ese ideal común. No sin razón San Francisco cuando quiso describir al Hermano Menor ideal, no mencionó uno solo, sino que fue presentando las cualidades de cada uno, como diciendo que el hermano ideal es toda la Fraternidad.
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Para vivir el ideal franciscano no basta conocer la teoría, no basta la sistematización del pensamiento y de su espiritualidad, se necesita la vivencia diaria, el ejemplo de quienes asimilaron el espíritu y realizaron el ideal. En nuestro mundo se ha abierto amplio camino la práctica de “aprender haciendo”, que en cierto modo tiene su aplicación también en la vida y en la formación para la vida franciscana… Ellos – nuestros santos franciscanos – nacieron muy humanos, con defectos, como nosotros, pero respondieron a la gracia y realizaron su propio camino.
(De la Presentación de la obra “Santos Franciscanos para cada día” de Fr. Giuliano Ferrini O.F.M., traducida por Fr. José Guillermo Ramírez G. O.F.M.)
Con esta introducción pretendemos incorporar a nuestro Blog una nueva ventana que nos abra a la dimensión de lo que fue la vida y actuaciones de los santos franciscanos que han sido elevados a los altares por la Iglesia. El propósito es, que nos sirvan de estímulo e inspiración para que la vocación franciscana que persista en nosotros, pueda desarrollarse y manifestarse en nuestro desempeño en el mundo actual.