I. LOS INICIADORES DE LA ESCISIÓN
Mateo de Bascio, joven sacerdote de escasa cultura y temple de predicador
popular, pertenecía al grupo de los que en la Provincia de Las Marcas reclamaban
la libertad de observar la Regla a
la letra. Había entrado en la Observancia hacia 1510, en el convento de
Montefalcone. A finales de 1522 y principios de 1523, se declaró una epidemia
de peste en el ducado de Camerino, y Mateo, con el permiso de sus superiores,
se dedicó a atender a los apestados. Su acción caritativa le valió la amistad
de los duques de Camerino, Juan Bautista Varano y Catalina Cibo, sobre todo, de
esta última, que será considerada como la madre de los capuchinos en sus
comienzos, haciendo valer su condición de sobrina del papa Clemente VII.
En 1525 Mateo tuvo una visión en la que el mismo san Francisco le
confirmó en sus propósitos y actitud. Enterado luego de que el hábito que a la
sazón usaban los frailes no era el mismo que había usado san Francisco, ya que
éste era mucho más áspero y con un capucho puntiagudo cosido a la túnica, lo
adoptó sin más y se entregó a la práctica literal de la Regla. Viendo que no podía contar con la
aprobación del superior ni con la benevolencia de sus hermanos de comunidad,
decidió procurarse la aprobación del papa; y una noche salió secretamente de su
convento de Montefalcone y se encaminó a Roma.
Obtuvo con facilidad de Clemente VII el permiso de viva voz, vivae vocis oraculo, para observar
la Regla según sus deseos,
vestir el hábito que llevaba puesto y andar predicando de una parte para otra,
con la única obligación de presentarse todos los años, durante el Capítulo, a
su superior provincial. Luego, comenzó a anunciar la palabra de Dios con gran
fervor por el ducado de Urbino, teniendo buen cuidado de no aproximarse a los
conventos de los Observantes, para no ser apresado por los suyos.
A finales de abril se celebraba el Capítulo provincial en Jesi, y allí se
presentó Mateo conforme al mandato del papa. Como era natural, el Provincial,
Juan de Fano, lo hizo encarcelar, como fugitivo y vagabundo, en el convento de
Forano. Mateo de Bascio, en efecto, no poseía documento alguno escrito de la
autorización pontificia ni se había preocupado de procurárselo.
Unos tres meses llevaba en su reclusión, cuando la noticia de lo
ocurrido le llegó a Catalina Cibo, que veneraba a Mateo desde que había
ejercitado la caridad durante la peste. Inmediatamente exigió de Juan de Fano
que en el plazo de tres días pusiera en libertad al preso. El Provincial tuvo
que doblegarse, y Mateo de Bascio reanudó su vida de predicador ambulante.
A finales de 1525 acudían al mismo Provincial los hermanos
carnales Ludovico y Rafael de Fossombrone, pidiendo permiso para retirarse a un
eremitorio con otros compañeros, a fin de observar la Regla en toda su pureza. Juan de Fano se lo negó. Entonces
ellos huyeron y se refugiaron entre los conventuales de Cingoli.
En noviembre de 1525 llegaba a la Provincia de Las Marcas, en visita pastoral,
el Ministro general de los Observantes, Francisco de los Angeles Quiñones.
Enterado de estos acontecimientos, excomulgó a los fugitivos. El Provincial,
Juan de Fano, previendo lo que aquel hecho podía significar para la unidad de
la Provincia, obtuvo de Clemente VII el breve Cum nuper, de 8 de marzo de 1526, en el que se declaraba a Mateo de
Bascio y a los dos hermanos, apóstatas de la Religión, con la facultad de poder
encerrarlos. En consecuencia, se dirigió a Cingoli con un grupo de frailes para
apresarlos; pero Ludovico y Rafael huyeron a los montes, y sólo su astucia pudo
librarles de caer en manos de sus perseguidores.
Decidieron entonces pedir alojamiento en el eremitorio de los
camaldulenses de Massaccio. Allí acudió Juan de Fano con los suyos, acompañado
de fuerza armada; pero los fugitivos se escaparon por segunda vez, disfrazados
de camaldulenses, a otro monasterio. Cuando el Provincial finalmente les dio
alcance, los dos hermanos habían solicitado ya formalmente su incorporación a
la Camáldula. Los monjes rehusaron esta petición, por no indisponerse con los
Observantes; pero, de momento, el asilo les valió a Ludovico y Rafael.
Ambos fueron después en busca de Mateo de Bascio para acogerse con
él a la autorización pontificia; pero Mateo les hizo observar que ésta era
exclusivamente personal; de ahí que optaran por dirigirse a Roma. El 18 de mayo
de 1526 obtenían el breve Ex parte
vestra, extendido por el Penitenciario mayor, que les autorizaba para
separarse de la comunidad, juntamente con Mateo de Bascio, y para vivir en un
eremitorio observando la Regla.
Con todo, debían pedir antes el consentimiento de su Provincial; si se lo
negaba, podían hacer uso de la concesión del breve, aunque sin dejar de ser
miembros de la Observancia ni cambiar el hábito. El permiso era también esta
vez exclusivamente personal.
Juan de Fano, apoyado por el Ministro general Quiñones, obtuvo por
su parte la renovación del breve. Entre tanto, a los tres se les había unido
Pablo de Chiogga, observante que se había secularizado para atender a su madre;
también éste obtuvo permiso personal de Roma.
Los cuatro se reunieron en Fossombrone, refugiándose bajo la
protección de la duquesa de Camerino contra la obstinada persecución de Juan de
Fano. Éste intentó el camino de la persuasión, y, en presencia de los duques de
Camerino, tuvo lugar una discusión en la que los fugitivos presentaron todas
sus querellas contra la comunidad.
Ante la imposibilidad de someterlos por la fuerza o de atraerlos mediante la
persuasión, el Provincial Juan de Fano se esforzó entonces por evitar al menos
otras deserciones. En junio de 1527 publicó su Dialogo della salute, replicando a los descontentos. El autor
del Dialogo se plantea el
problema de la observancia integral de la Regla según la «intención» de san Francisco. Juan de Fano
representa, como Provincial de Las Marcas, la postura oficial de la Orden
frente a los movimientos reformistas que habían surgido en su seno. Para él, el
ideal de la Orden franciscana no existe fuera de la observancia de la Regla según las declaraciones
pontificias; no hay que apelar al espíritu o a la intención de san Francisco.
Esto no se da fuera de la Observancia oficial, tal como había sido estructurada
por san Bernardino de Siena, san Juan de Capistrano y el Ministro general
Francisco de los Ángeles Quiñones. Los reformadores apelaban al Testamento de san Francisco; pero
éste, según las declaraciones pontificias, no tiene valor jurídico. Los grupos
de reforma, siguiendo las sendas de los Espirituales, tienden a una ficción injustificable y peligrosa, a
una utopía. Solamente donde está la Observancia, todo es seguro y bueno;
mientras toda disidencia viene del maligno. Posteriormente, Juan de Fano,
siendo sincero consigo mismo en su afán de reforma, dio la razón a sus perseguidos,
pasándose a los capuchinos. Esta decisión motivó el que hiciera una nueva
redacción de su Dialogo entre
1535 y 1536. Esta segunda redacción de su obra es importante por ser la primera
exposición de la Regla surgida
de entre los capuchinos y por la defensa que hace en favor de la propia razón
de ser de los mismos dentro de la familia franciscana.
Mientras tanto y a pesar de las dificultades, los cuatro reformados cobraban gran aprecio entre los habitantes de Camerino en la nueva peste que entonces se cebó en la ciudad durante el verano de 1527.
por José-Vicente Ciurana, o.f.m.cap.
Seguirá: 2. La Bula «Religionis Zelus» …