Varones célibes y casi siempre de edad avanzada, pocos colectivos pontifican más sobre la familia, los novios y el matrimonio que los obispos. Rara es la semana que no aparece el tema en alguna de sus cartas pastorales o en las homilías pronunciadas cada domingo desde los púlpitos catedralicios. Castos y solitarios por promesa sacramental, también se ocupan del sexo y los placeres del género humano como si nadie tuviera mayor sabiduría o experiencia. El último ejemplo es el obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla. No solo ha escrito un libro con el título Sexo con alma y cuerpo, que firma junto a la especialista en educación sexual, Begoña Ruiz Pereda (editorial Freshbook), sino que no ha resistido la tentación de entrar en campaña para aclarar o rectificar a los políticos. “Se equivoca Pablo Iglesias en su análisis. Eso que él dice de que su generación prefiere follar forma parte de la estrategia del poder para seguir sometiéndonos”, ha replicado al líder de Podemos.
El obispo Munilla (San Sebastián, 1961) repite en el libro, a lo largo de 168 páginas, las teorías clásicas de su confesión sobre las mujeres: “Una persona, por el hecho de ser mujer, va a ser cíclica, y tendrá unos procesos hormonales concretos en relación a su fertilidad. Pueden estar más sensibles o susceptibles, a algunas les da por la actividad o por la limpieza, se sienten más o menos vitales”.
También se reafirma sobre la homosexualidad, la masturbación, el noviazgo, la castidad y la ideología de género. Su respuesta es no, siempre no. Es la doctrina oficial, que la Iglesia católica no ha variado pese a que parezca lo contrario por el nuevo discurso del papa Francisco. Ante algunas críticas muy airadas a su libro, Munilla se ha justificado con poca elegancia hacia Begoña Ruiz Pereda. Es “malévolo” que se le atribuyan párrafos que no son suyos, sino de la coautora, ha dicho. Pero reconoce que esperaba tantos reproches. “He metido el dedo en un enchufe que tiene electricidad”, sentencia.
He aquí algunas de las teorías del prelado donostiarra. “Los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados; no pueden recibir aprobación en ningún caso”. “La masturbación es una especie de violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer, sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido”. “Las mujeres, a consecuencia de la revolución sexual, reproducen modelos de comportamiento masculino, también entran en este desorden con cierta frecuencia”.
También dice que “no es habitual encontrar a un joven que te presente a su novia o a una chica que te presente a tu novio”, y que cuando eso ocurre, es porque se trata de jóvenes “insertados en algún grupo de experiencia cristiana o que pertenecen a familias de hondas raíces cristianas”. Concluye que “irse a vivir juntos antes de casarse revela miedo al matrimonio”.
Sobre la educación de la juventud no puede ser más sombrío. “La gran mayoría de los cursos de educación afectivo-sexual que se imparten en la enseñanza pública son abiertamente antinaturales por haber asumido la ideología de género. Que la pornografía sea tan accesible con las nuevas tecnologías hace que se distorsione de forma muy notable la visión real de la sexualidad en la mente de un adolescente”, afirma.
Munilla, obispo desde los 44 años, ha sido responsable de la pastoral juvenil en la Conferencia Episcopal y tiene una idea muy pesimista sobre la cultura religiosa de los jóvenes pese a que su Iglesia recibe del Gobierno central y de los Ejecutivos autonómicos 700 millones de euros cada año para enseñar catolicismo en las escuelas públicas y privadas. Se trata de una «emergencia educativa», declaró al EL PAÍS con motivo del último Congreso Nacional de Pastoral Juvenil. Según sus datos, en torno al 50% de los jóvenes dice no creer en Dios. “En los últimos años el nivel de increencia ha aumentado”, añadió en un encuentro con periodistas.
La culpa, en su opinión, no es de los obispos y sus catequistas, sino de la sociedad y de los políticos. Lo sostiene en el libro, que aborda como una denuncia de que existe una dictadura, “una pinza entre la ideología de género y la industria del sexo”.
He aquí algunas de las preguntas que plantea: ¿Es posible esperar hasta el matrimonio para tener una relación sexual? ¿Hoy se puede defender algo así? ¿Se puede proponer y vivir algo tan extraño, tan difícil de realizar? Munilla concluye que la sexualidad es un asunto que produce «mucho sufrimiento».
En Sexo con alma y cuerpo la palabra castidad no significa castigo, sino el camino hacia la perfección y la beatitud. “El sexo por el sexo, sin otra finalidad, produce una profunda frustración”, afirma el prelado en aras de una antropología que llama cristiana.
He aquí otras frases del libro:
“La ideología de género y la revolución sexual son una forma clara de manipulación”.
“La cultura del rollo, como se llama popularmente, de que ‘cada fin de semana me enrollo con uno o con otro’, genera muchas heridas y nos acostumbra a ser utilizados y a utilizar a los demás”.
“Divertirse en clave de lío es como ir a buscar cacho. ¿Cacho de qué? ¿De chorizo? ¿De morcilla? ¿De butifarra?”
“El lío es como la comida basura: uno reconoce que no es buena para la salud, pero está rica, es barata y casi siempre apetece”.
“Es muy distinto el placer que se obtiene de una relación sexual sin amor del de otra relación en la que amor es lo que se quiere comunicar. Es como el jamón de jabugo o jamón de paleta cocida. Se llama jamón pero no es lo mismo”.
“La masturbación es una vivencia mecanizada, automática, rápida y despersonalizada. Es una especie de violencia sobre el cuerpo, porque pretende arrancarle el placer sin vivir a cambio la verdad del amor que le da sentido”.
JUAN G. BEDOYA, publicado en EL PAIS el 14 de mayo de 2015
Es una pena que sigamos con las teorías sexuales de Royo Marin de aquellos años del cuplé.
Que siempre pontifiquen quienes no conocen ni tienen experiencia del sexo vivido en libertad, tiene bemoles. Educad en la libertad del amor «ama y haz lo que quieras » De S. Agustín, y dejad de pontificar, porque tendrían que mirar que la falta de madurez afectiva, de conocer como se siente en el propio cuerpo y como ser dueño de uno mismo, en libertad y en conciencia, lleva a muchos clérigos a ciertas conductas mucho mas impropias y desviadas, que la masturbación, homosexualidad, vida en pareja etc….
La Iglesia ha de estar para liberar al hombre de toda esclavitud, sobre todo de la de dictar lo que ha de sentir, vivir y hacer en conciencia…..Porque adoctrinar es imponer una conciencia que no es la de uno y en lugar de liberar es cargar fardos de manipulación y sinsentido.