Nació en Alpandeire (Málaga, España) el año 1864, en el seno de una familia humilde y laboriosa. Desde muy joven trabajó en el campo, a la vez que profundizaba en su vida de piedad y de caridad. A los 35 años tomó el hábito de los Capuchinos como hermano lego en Sevilla. Desde 1914 vivió en Granada pidiendo limosna para su convento, para los pobres y para las misiones, mientras distribuía la ayuda espiritual del consuelo, consejo y buen ejemplo de una vida austera y pura, incluso en las situaciones revueltas que se vivieron en España. Murió el 9 de febrero de 1956. Fue beatificado el año 2010, y de él dijo Benedicto XVI: «La vida de este sencillo y austero Religioso Capuchino es un canto a la humildad y a la confianza en Dios y un modelo luminoso de devoción a la Santísima Virgen María. Invito a todos, siguiendo el ejemplo del nuevo Beato, a servir al Señor con sincero corazón, para que podamos experimentar el inmenso amor que Él nos tiene y que hace posible amar a todos los hombres sin excepción».
Oración: Dios Padre misericordioso, que has llamado al beato Leopoldo a seguir las huellas de tu Hijo Jesucristo por la senda de la humildad, la pobreza y el amor a la cruz, concédenos imitar sus virtudes para participar junto a él en el banquete del Reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
(De “Directorio Franciscano” Año Cristiano Franciscano)
Recuerdo perfectamente la fecha de su muerte, pues el 9 de Febrero del 56 yo estaba en primero y preparándome para los exámenes semestrales que, por esos años, eran orales. El P. Faustino comentó la muerte de fray Leopoldo en Granada y escogió a 4 ó 5 seráficos que iban a desplazarse a Granada con unos padres de la comunidad antequerana para los funerales. Y así fueron elegidos unos seráficos mayores para este fin. Recuerdo que fueron Luis Antonio de Sevilla, José Manuel de Sevilla (post Padre Julio de Sevilla), Nicolás de Alcolea y alguno más. Esos tres eran mayores de 16 años y con cierta corpulencia para que no se cansaran portando la cruz de guía y los ciriales durante el largo trayecto de la comitiva entre el convento y el cementerio, que fue el lugar en donde fué enterrado Fray Leopoldo hasta que, dos años después sus restos fueron trasladados a la cripta del convento.
Esos seráficos no han olvidado esa fecha desde hace 60 años y han tenido a gala participar en ese funeral.
Alfonso Jiménez.