Ocurrió en África, en Ifé, ciudad sagrada del reino de los yorubas, quizás un día como hoy, o quién sabe cuándo.
Un viejo, ya muy enfermo, reunió a sus tres hijos, y les anunció:
—Mis cosas más queridas serán de quien pueda llenar completamente esta sala.
Y esperó afuera, sentado, mientras caía la noche.
Uno de los hijos trajo toda la paja que pudo reunir, pero la sala quedó llena hasta la mitad.
Otro trajo toda la arena que pudo juntar, pero la mitad de la sala quedó vacía.
El tercer hijo encendió una vela.
Y la sala se llenó.
(Galeano, Eduardo. “Los hijos de los días”, pag. 119. Ed. Siglo XXI de España Editores, S.A. 2012)