Hace unos días, mientras leía con verdadero interés un libro que me había auto-regalado algunas fechas antes, me encontré que, en uno de sus capítulos, se aborda el tema de “la Jubilación y la felicidad”[*]. El autor, Ramón Bayés, uno de los maestros de la Psicología en España, con un bagaje a sus espaldas de logros científicos y éxitos académicos, reflexiona a lo largo del libro con gran sencillez y conocimiento acerca del paso del tiempo, del dolor, de la capacidad de superación del ser humano, …
Según iba desgranando el tema de la jubilación, sentía la necesidad de compartir con mis amigos y conocidos las reflexiones que el autor ofrece, como un referente desde el cual dar mayor sentido a un momento de la vida que, para muchos, por haber dejado de ser formalmente activa, es posible que haya perdido bastante interés.
Él se declara ferviente partidario de una jubilación flexible que sea capaz de armonizar tanto las necesidades individuales como las inevitables exigencias colectivas, sobre todo en los tiempos que corren. Quizás, el debate sobre la edad legal de jubilación, se ha reducido fundamentalmente a esgrimir argumentos económicos y jurídicos, sin tener suficientemente en cuenta el bienestar psicológico de los ciudadanos.
La finalidad de todo ser humano – desde Aristóteles hasta nuestros días – ha sido siempre y lo sigue siendo actualmente, alcanzar la felicidad, la plenitud. Tendemos hacia ella existencialmente. Y si sólo disponemos de una vida, mientras vivamos, jubilados o no, enfermos o no, la felicidad será siempre nuestro objetivo.
En la búsqueda de esa felicidad, el autor propone una serie de sugerencias que, citamos literalmente, merece la pena examinar, rumiar, por cuanto nos pueden servir de guía y orientación para afrontar una jubilación más saludable. Veamos:
1. Simplifique el entorno donde vive; a menos que tenga un sentido muy especial para usted regale, venda o elimine todo lo que no ha usado durante años y ha ido acumulando a lo largo de la vida. Decía Gandhi que la verdadera civilización consiste no en la multiplicación, sino en la reducción de las necesidades.
2. Haga ejercicio regularmente. Andar demora la aparición de los síntomas de deterioro.
3. Si no le gusta, no puede o no le dejan seguir con el trabajo que hacía antes de jubilarse, busque una actividad alternativa que disfrute al hacerla y proporcione, además, sentido a su vida. Notará que la ha encontrado -da igual que sea pintar, trabajar de voluntario, escribir, o cultivar un huerto- cuando al practicarla sienta que el tiempo desaparece y experimente satisfacción por el hecho de llevarla a cabo.
4. La estrategia para conseguir la felicidad consiste no en desear lo que nos falta, sino lo que no nos falta; en aprender a disfrutar de lo que hacemos y tenemos aquí y ahora. Pegue en el espejo de su cuarto de baño esta frase, procedente de la sabiduría popular: «Pasé la mitad de mi vida preocupándome por cosas que nunca sucedieron».
5. Haga planes, tenga ilusiones y expectativas, pero no condicione la felicidad a su cumplimiento. No piense «Sería feliz si…», «Sólo seré feliz si…». No rumie excesivamente sobre su pasado; acepte su futuro aunque no se corresponda con sus sueños. Nadie ha vivido nunca en un pasado ni en un futuro. Todo lo que tenemos es el presente.
6. Regálese momentos de lentitud y de reflexión en los que contemple su propia vida, sin juzgarla, como si estuviera en la cima de una montaña y la viera transcurrir desde lo alto, como un río que serpentea por el fondo del valle.
7. Reflexione ocasionalmente sobre la muerte. La meditación sobre la muerte, nos señalan Séneca y Montaigne, es meditación sobre la libertad. El que ha aprendido a morir ha desaprendido a servir.
8. Enriquezca tanto como le sea posible su vida cultural, social y afectiva. Intente ser apasionadamente creativo. La vida no es repetición; es cambio.
9. Sea generoso y compasivo con los que le rodean; trate de hacer felices a las personas, especialmente a las más próximas, a su pareja, a su familia, a sus amigos, a las que comparten con usted una historia, un tiempo y un espacio.
10. El perdón sincero es un arma poderosa. Perdónese los errores cometidos y, siempre que sea posible, perdone a los demás seres humanos sus equivocaciones y maldades. Si tiene ocasión y visita algún día el Museo del Ermitage, en San Petersburgo, dedique unos minutos a contemplar el cuadro de Rembrand El hijo pródigo.
Esperemos que estas propuestas nos orienten y sirvan de ayuda en esa insistente búsqueda de la felicidad y plenitud ante la ruta de una vida que aunque planifiquemos previamente, no suele desarrollarse de acuerdo a nuestras expectativas y que como decía Machado, “se hace camino al andar”.
[* BAYÉS, Ramón: El psicólogo que buscaba la serenidad. pp.72-79. Plataforma Editorial. Barcelona (2010)]
Antonio Granados Moreno.
Estimado amigo y compañero Antonio. Muy apropiado tu artículo para los que ya estamos en esa etapa de la vida que es la jubilación y para los que se van aproximando. Muchas gracias por acordarte de nosotros. Es una nueva etapa de nuestra vida porque dejamos la rutina diaria a la que ya estábamos habituados y nos enfrentamos a otra etapa diferente . Disponemos de un tiempo que debemos gestionarlo de forma que nos sigamos sintiendo personas activas y comprometidas. Magnífico el decálogo de sugerencias para sentirte útil y «en forma «. Pienso acudir a él con mucha asiduidad. Muchas gracias. Un abrazo. José Manuel Chacón Mora.
Querido amigo Antonio: Te agradezco de veras que compartas con nosotros tus reflexiones para disfrutar de «una jubilación más saludable», así como las sugerencias de Bayés para sentirnos felices en esta etapa de la vida. No conocía yo a este autor, pero su decálogo lo voy a releer con frecuencia pues lo considero muy acertado
Gracias y un abrazo