Fray Miguel de Sanlúcar (Miguel Salmoral Nieto) nació en Sanlúcar de Barrameda el 7 de septiembre de 1934, hijo de familia numerosa. Los primeros estudios los realizó en su ciudad natal, y el bachiller como alumno interno en el Colegio de los PP. Escolapios de Sevilla. El espíritu calasancio de desarrollar a la persona completa, espíritu, cultura y cuerpo, caló profundamente en él de manera que siempre vivió abierto a esas tres dimensiones.
A los diecisiete años ingresa en nuestro noviciado de Sanlúcar, profesando a los dieciocho para trasladarse a Sevilla a estudiar Filosofía y Teología en nuestro convento de la Ronda de Capuchinos. Tuvo la suerte de tener como director del Colegio Mayor al P. Timoteo de Pistoia, que trajo de Italia aires nuevos, los aires que más adelante llegarían a cristalizar en el Concilio Vaticano II. En 1958 fue ordenado de presbítero.
Del joven P. Miguel se recuerdan sus aficiones deportivas: futbol y natación. Como aventurado nadador cruzó varias veces el Guadalquivir desde Sanlúcar al Parque Nacional de Doñana. Hay que advertir que es una proeza demasiado peligrosa pues hace falta un estudio previo de la marea, una destreza para atravesar la parte central del delta, que llaman “el canal”, y el acompañamiento de un equipo de salvamento en una barca de socorro. Nuestro valiente Miguel lo hizo sin estos requisitos que hoy son completamente obligatorios.
Fue un lúcido estudiante y un brillante profesor en nuestro colegio mayor y seráfico. En los estudios filosóficos impartió la asignatura de Cosmología, siempre con una visión actualizada; y en el Colegio Seráfico se hizo cargo de asignaturas de ciencias. Para sus alumnos el P. Miguelito además de competente era ameno, simpático y cercano. Y hay que recordar su especialidad: el inglés. Poseía un sentido pedagógico para enseñar el idioma y una dicción perfecta.
Como fraile inquieto, constar en su breve biografía su etapa de “cura obrero”, con experiencias diversas que lo desencantaron de este tipo de pastoral.
Fue nombrado superior de Antequera varias veces y director del Colegio Seráfico en la última etapa de su historia. Elegido definidor en algunos capítulos provinciales y Vicario provincial. Sus homilías, profundas y muy actuales estaban revestidas de un algo poético que gustaba a los fieles y merecieron publicarse en “El Adalid Seráfico”, (cuando él olvidaba en el ambón el texto).
La última etapa de su vida la pasó en Jerez de la Frontera; y en la enfermedad de sus últimos años, cuidado por Fray Antonio Ruiz de Castroviejo. Murió en el mes de Diciembre pasado en Granada, adonde habìa sido trasladado, tras dos años de larga enfermedad, para que fuese atendido debidamente en la Nueva Residencia Fray Leopoldo.
Descanse en la paz del Señor.
Fray Fernando Linares