Jornada de Oración por la Paz en el «ESPÍRITU DE ASÍS»

El 27 de octubre de 1986, invitados por el papa Juan Pablo II, acudieron a Asís los responsables y líderes de las grandes religiones del mundo, para participar en una «Jornada Mundial de Oración por la Paz». En su discurso de bienvenida el Papa les dijo: «Elegí esta ciudad de Asís como lugar para nuestra Jornada de oración por la paz, debido a lo que representa el Santo que aquí se venera, san Francisco, conocido y respetado por infinidad de personas en todo el mundo como un símbolo de paz, de conciliación y de fraternidad». Desde entonces se han venido celebrando otras jornadas semejantes en diversas ciudades del mundo y los Ministros generales de la Familia franciscana establecieron que en sus fraternidades se conmemore aquel encuentro con celebraciones acordes con el «espíritu de Asís», como lo definió Juan Pablo II.

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San Francisco de Asís

Nació en Asís (Italia) hacia 1182, hijo de un rico mercader de telas. De joven ayudó a su padre en el comercio y fue el rey de la juventud. Participó en la guerra de su ciudad contra Perusa; la cárcel que sufrió y la enfermedad que contrajo le iniciaron en un nuevo camino, por el que Dios lo fue conduciendo hasta su plena conversión. Renunció a su herencia, abrazó la vida evangélica, se desposó con Dama Pobreza, atendió a pobres y a leprosos. Se le unieron compañeros con los que se presentó al Papa: Inocencio III aprobó su forma de vida, que consistía en seguir las huellas de Cristo que adora al Padre, ama todo y a todos, predica incansablemente la penitencia y conversión. Junto con santa Clara fundó la Segunda Orden, la de las Clarisas, y a los seglares les dio directrices para vivir el Evangelio en su estado y condición, la Tercera Orden. En 1223, Honorio III aprobó su Regla definitiva. En septiembre de 1224, sobre el monte Alverna, las Llagas de Cristo quedaron impresas en el cuerpo de Francisco, quien murió en la Porciúncula al atardecer del 3 de octubre de 1226. Gregorio IX lo canonizó en Asís el 16 de julio de 1228.
Oración: Dios todopoderoso, que otorgaste a nuestro Padre san Francisco la gracia de asemejarse a Cristo por la humildad y la pobreza, concédenos caminar tras sus huellas, para que podamos seguir a tu Hijo y entregarnos a ti con amor jubiloso. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
DIRECTORIO FRANCISCANO
Año Cristiano Franciscano

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Ultima misa en el Convento de Antequera

Queridos hermanos: Paz y Bien.

Sin duda nos dolerá la noticia: el pasado domingo, 5 de Septiembre de 2021, se ofició la última misa en nuestro Convento de Capuchinos de Antequera.

Mirad el enlace proporcionado por «El Sol de Antequera«.

Un abrazo cordial.

 

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Fallecimiento de la esposa de Carmelo Rodríguez

Queridos compañeros:

Queremos poner en vuestro conocimiento el fallecimiento de la esposa de nuestro compañero Carmelo Rodríguez Caballero, de Cogollos Vega, acaecido el pasado domingo, 8 de Agosto.

Desde este Blog os pedimos ofrecer una oración por el eterno descanso de la esposa de nuestro compañero y a él le deseamos fortaleza de ánimo y un cordial abrazo franciscano de Paz y Bien.

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El Convento de Capuchinos de Antequera

Mi infancia son recuerdos

Este poema, incluido en Campos de Castilla (1912) es uno de los más hermosos, hondos y completos de ese libro singular, auténtica piedra de toque de la poesía moderna española. «Retrato» es una visión intimista, reflexiva, global y existencial del propio poeta. Acaso debería haberse titulado «Autorretrato», que es lo que realmente ofrece el contenido. Los verbos en primera persona nos indican muy bien que el poeta habla de sí mismo. Que nadie piense que me estoy comparando con el gran poeta andaluz, lejos de mí, pero a la hora de ponerme a escribir sobre el cierre del convento de mi ciudad, se me ha ocurrido empezar por ahí. De otras muchas formas podría haber iniciado este escrito, pues las vivencias y la profunda relación con el convento de capuchinos de Antequera se remontan a los primeros años de mi vida, por lo tanto, al hablar de este tema no tengo más remedio que hablar de mí mismo.

La parte más culta e histórica, sobre todo la etapa decimonónica, de la que Fernando Linares es un experto, ya la ha escrito este hermano con tanto acierto y conocimiento del tema. Lo que yo diga con mis torpes y atropelladas palabras son fruto de mi experiencia y los sentimientos que este hecho me produce y lo hago porque me veo en la obligación moral y personal de decir algo ante un hecho que, a mí, más que a la mayoría me afecta. Pues, aunque a la vez se van a cerrar seis casas más, cada uno las sentirá de distinta manera dependiendo de la relación más o menos cordial que haya tenido con cada una de ellas.

Al hilo de la primera frase del poema de A. Machado, puedo decir que mi infancia son recuerdos del convento de capuchinos. La casa de mi familia está tres calles más arriba siguiendo la carretera que va al Valle de Abdalajís, ahora suena más la carretera que va al Torcal, el turismo lo cambia casi todo. La calle el Sol, mi calle, desemboca cerca del convento y a mi paso no creo que tardara más de tres o cuatro minutos en llegar. Para ir al colegio, en el poco tiempo que fui a la escuela, pasaba, cuatro veces al día, seis días a la semana, por las tapias de la huerta.

Desde el Cerro “Colorao” el lugar de mis juegos infantiles, la espadaña casi se toca con las manos y, el lugar donde guardaba las cabras, iba por leña y recogía yerba para los conejos, está enfrente, por lo tanto la “mole” del convento siempre la tenía a la vista. En la explanada estaba casi siempre la noria de “Paíllas” (Padillas), donde nos paseábamos, ahora al pobre lo habrían acusado de cualquier cosa, pero en aquel momento no nos dábamos cuenta de nada, sólo que no nos cobraba, pero si nos hubiera cobrado apenas nos habríamos montado en aquel artilugio destartalado que nos elevaba un poquito del suelo y casi tocábamos la mitad de la columna del Triunfo de la Inmaculada que preside la plaza del convento. A los cultos de la Divina Pastora casi nunca faltábamos, sobre todo los más beatos, a pesar de que las esteras de esparto que servían de alfombras se nos clavaban y marcaban nuestras desnudas rodillas. En la única foto que conservo de mi primera comunión el que sostiene la patena, en el momento de recibir al Señor, es un seráfico.

Los jueves era el día en que los seráficos, bien formados, subían por la carretera camino de la Fuente de Málaga. Los antequeranos la hemos llamado siempre el Nacimiento de la Villa. Otras veces subían por la cuesta del Valle hacia las Arenas, un trozo de dunas que como un minúsculo Sahara hay en medio de los Pinos. También aquí, los antequeranos, discrepábamos de los frailes y a aquello le llamábamos la Torre del Hacho, por una torre vigía redonda, del tiempo de los árabes, que hay en lo más alto. Ver pasar a los “leguillos” como le llamábamos los antequeranos, que como se ve no nos poníamos de acuerdo en cuestiones de nomenclatura, era para mí motivo de cierta envidia. Por motivos “laborales” y “sociales” y a pesar de que intervino, D. Emilio Gonzálvez Solís, primo del ministro de ¿Educación? y Descanso que estuvo a punto de suprimir las lenguas clásicas de la enseñanza, no pudo ser, lo impedía sobre todo la “limpieza de sangre” que seguía vigente en aquellos años y que la Iglesia mantenía con tanto celo. Tampoco pude ir a un colegio religioso, por el mismo motivo, luego con el tiempo, fui capellán, confesor de las monjas y director espiritual de las novicias y postulantes de esa congregación. Como decía mi madre: ”El mundo da muchas vueltas” y “Dios no se quea con ná de nadie” Una vez, siendo guardián de Antequera, me tocó presidir la celebración de la Asociación de Antiguos Alumnos del Seráfico y les dije: “si hubiera sido seráfico, lo más probable es que estuviera sentado en los bancos donde estáis vosotros y no presidiendo la misa”.

El Convento de Capuchinos ha sido, al menos para la mitad de Antequera, la otra mitad la acaparaban los trinitarios, un referente y la imagen del capuchino: con hábito, barbas y sandalias, como Dios manda, era una figura entrañable para chicos y grandes y verlo y salir corriendo a besarle el cordón era todo uno. Crecimos con la imagen de los frailes y del convento como algo propio. Por eso, cuando, después de esperar mucho tiempo, pues yo digo que soy de “vocación temprana y profesión tardía” y aunque llevaba casi 11 años viviendo en Madrid, a la hora de decidirme por la vida religiosa, aún conociendo otras congregaciones, aunque nunca hice ninguna experiencia con ninguna de ellas y, estando para ser admitido en el seminario de Madrid, la imagen del fraile capuchino y el convento de Antequera seguían siendo para mí la referencia religiosa. Por este motivo, en el verano del 83, estando de vacaciones en mi pueblo y, como hacia siempre, fui a misa al convento, allí tomé la decisión de ingresar como capuchino.

Con 29 años y después de que se me facilitaran todos los trámites laborales y económicos, el día de Santa Teresa, comencé el aspirantado en Sanlúcar de Barrameda. En menos de un mes me enviaron a Antequera y seis meses después me admitieron en el noviciado. Allí estudié el graduado escolar y medio bachiller, la otra mitad la terminé en Granada, donde estudié teología y recién ordenado de diácono volví a mi pueblo. Al año me ordenaron en Málaga y después me tiré 20 años seguidos en Antequera. Fui coadjutor, párroco, coadjutor y de nuevo párroco en la parroquia del Salvador. Maestro de postulantes, también fui guardián creo que tres trienios.

Se dice que nadie es profeta en su tierra, pero puedo decir que mis paisanos me han querido y me quieren mucho, yo también a ellos por supuesto. Por pasearme por la calle Estepa, la calle principal y, comenzar a formar parte del paisaje y paisanaje del entorno, me dieron primeramente el Efebo, que es una estatuilla que como su nombre indica, es de un adolescente romano que se encontró en una de las muchas villas que, en tiempos del Imperio, al Romano me refiero, rodeaban toda la Vega. Después, cuando se enteraron que me iban a destinar fuera de Antequera, me llamaron para decirme que, por unanimidad, desde Izquierda Unida al PP, me habían concedido el título de “Hijo Predilecto” de mi ciudad, que no pueblo, pues el título lo tiene desde Felipe II y los romanos ya la llamaron Antiquaria, es decir ciudad antigua. Yo ya estaba contento con ser antequerano, pero bueno, ya sabemos cómo es la gente.

En el año 2013 se cumplieron los cuatrocientos de la fundación de esta casa, fue la primera de Andalucía y después de la Desamortización el primer convento que se recuperó en toda España e incluso de casi todas las casas de las demás congregaciones religiosas. Como todos sabemos, fue colegio seráfico y sobre todo en la iglesia se veneran a siete capuchinos martirizados el 6 de Agosto del 36. Mi madre, que tenía catorce años, cuando ocurrió el hecho, los vio tirados en el suelo en un charco de sangre y le llamó la atención los pantalones remendados que llevaban debajo del hábito. Cuando se hizo el recuento de cuantos capuchinos antequeranos había habido en la provincia, se contaron 150, seguro que fueron más, aún quedamos 3, yo el último… De estos hermanos cuando se leen las crónicas aparece que muchos de ellos murieron asistiendo a los apestados.

De aquí, del convento, convertido en cuartel de la guardia mora y cárcel, sacaron para fusilar a Salvador, un tío de mi madre y a otro tío político, Frasquito, lo llevaron preso y estuvo varios años en el penal del Puerto de Santa María. Fue al terminar la guerra y como os podéis imaginar no simpatizaban con el “Movimiento Nacional” aunque no habían cometido ningún delito. La chacha Frasquita, hermana del primero y esposa del otro, nunca más quiso pasar ni por la puerta de Capuchinos.

¿Por qué cuento todo esto? Sobre todo, para dejar claro lo mucho que me une al convento que se ha decidido cerrar, cosa que no cuestiono, aunque me hubiera gustado que le hubiese tocado a otro. Ya he dicho al principio tomando prestadas las palabras del poeta, que mi infancia son recuerdos… como les ocurre a todos, pero como podréis ver, los míos están muy ligados a esa casa, que por muchos parches que queramos poner, se cierra dentro de unos días, o meses… Lo que se quiera hacer después será mantener un muerto en pie o alargar su agonía, cosa con la que no estoy dispuesto a colaborar, pues mis paletadas de tierra y el ramo de flores ya se los he echado y cuando vaya a Antequera, a ver a mi familia o a algún entierro, que es a lo que solemos ir, cuando ya vamos teniendo cierta edad, lo veré desde lejos, sin traspasar la puerta, como cuando era niño. 

Hno. Paco Martinez Melero

(publicado en “Punto de Encuentro“, nº 149, Junio, 2021)

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Crónica «apresurada» de Antequera II y III

 

  1. FRAY CASIMIRO DE DOS TORRES

¿Cómo fue posible el funcionamiento del Seminario Seráfico de Antequera? Con la ayuda de Dios, sin duda, que se valió de hermanos que sirvieran para la difícil tarea. Se me ocurre empezar recordando a Fray Casimiro de Dos Torres, el presuroso todoterreno. Estuvo en la guerra y cuando terminó, regresó a su bellísimo pueblo de la región de Los Pedroches, pueblo que podría ser extremeño o manchego, pero la geografía política lo hizo cordobés.

Aunque Antequera esté situada a unos cincuenta km de Málaga, no olvidemos que la separa de la costa el macizo montañoso de El Torcal, que es muy hermoso, pero compensa su belleza con un clima semicontinental de inviernos temibles. Pues empezamos el día “de autos”. Aún no ha empezado a amanecer. Hace un frío seco y afilado. Los niños duermen con la placidez del reposado sueño del alba. De pronto, se encienden las tres débiles bombillas del dormitorio, con su tulipa de porcelana para enviar la luz hacia las camas es decir, para dirigir la pobre luz sobre las víctimas del madrugón; y a continuación se oye a Fray Casimiro:

– A ver, a ver, buenos días nos dé Dios. El ángel del Señor anunció a María…

Al dormilón le tira de la manta, a todos los va animando a que pasen a los servicios… Muchos días los grifos dan agua templada, gracias a que Fray Casimiro se levantó a las cinco de la mañana a encender la caldera de leña (cuando la había), que con tanta dificultad proporcionaba aquella agua medio caliente para lavar la cara de la muchachada (no había para más; eso de la ducha diaria vendría a la historia de España muchos años después, y creo que al convento y seminario de Antequera no llegó). De una capilla de un cortijo, que fue derribada por estar en estado ruinoso, nos llegó su artesonado de un buen estilo renacimiento. Cuando el guardián quiso darle destino, ya se lo había dado Casimiro para calentar el agua mañanera (“Para renacimiento el de los niños…”).

Los días de nuestro santo varón eran más largos que los días de reloj y calendario: Siempre corriendo, su agenda era: Orar, ayudar en la cocina, repartir el desayuno, la comida, la merienda y la cena, hacer de enfermero, zapatero, hortelano y granjero; históricamente se sabe con certeza que las gallinas ponían más huevos por veneración a Casimiro. Por si faltaba algo en esa agenda, salía nuestro héroe a media mañana a correos, y de paso acompañaba al médico a algún niño que le dolía la barriga, o que no se le quitaba la tos, o bien decía que le dolía la barriga y que tenía tos.

El Doctor Don Miguel Rodríguez, analista reconocido, también era uno de los médicos de cabecera del Seminario, pues todos los médicos de la ciudad formaban parte del equipo clínico, y a él fue un día Fray Casimiro por la mañana a llevarle al chiquillo de turno.

– D. Miguel, a este angelito le duele el estómago…

– Bueno, bueno. Usted váyase tranquilo, vaya al correo, Fray Casimiro, y yo mientras atenderé a este muchacho.

La atención médica que el sabio D. Miguel Rodríguez prestaba al seráfico, consistía la mayor parte de las veces en decirle a su esposa que le preparara algo de comer, porque la única enfermedad que tenía era que estaba creciendo con demasiada rapidez. Cuando llegaba Fray Casimiro de correos, el muchachón ya estaba restablecido y regresaban el angelito y su ángel de la guarda a Capuchinos.

En los tiempos de escasez, “tiempos del hambre” se decía entonces, Fray Casimiro sabía resolver problemas: Que faltaba leche, abría el grifo del depósito de agua caliente de la hornilla de leña, “hornilla económica” se llamaba y no sé por qué razón.

– Fray, ten cuidado que estás aguando el desayuno.

– A ver, a ver; ¿y qué hacemos?

Que faltaba para la merienda chocolate terroso (la algarroba tengo entendido que era su principal componente), partía tanto las jícaras que, natural y “milagrosamente”, había para todos.

En una última etapa de la casa de formación antequerana, al comienzo de los años 80, fue nombrado Vicemaestro de novicios, con el P. Alfonso Ramírez Pedrajas de Superior y Maestro. En ausencia de este, Fray Casimiro presidía los rezos corales. En una ocasión y antes de comenzar Vísperas, un novicio indagaba qué himno tocaba cantar.

– ¿Himno? ¿Himno? – repetía el joven.

A lo que el Superior Fray Casimiro contestó:

– ¿Irnos? ¿Irnos? De aquí no se va nadie hasta que terminemos de rezar.

Y al final tuvo que suspender el rezo porque toda la comunidad no podía aguantar la risa.

Murió en Sevilla, siempre con nostalgia de su juventud antequerana.

Los antiguos alumnos siguen venerándolo, y guardan de él el aroma de su vida evangélica y un cariño extraordinario.

 

III. FRAY JACINTO DE VALDEFUENTES, EL “APURADO”

Estuvo Fray Jacinto mucho tiempo en Antequera como ayudante de cocina, y en los últimos tiempos del Seminario incluso como cocinero. Era muy buen fraile, muy popular en la ciudad, pero tenía la misma afición que Juan XXIII: le gustaba fumarse un cigarro puro cuando los amigos de casa se lo regalaban. A Fray Jacinto llegaban puros de bodas y de otras celebraciones familiares, de tal manera que con demasiada frecuencia estaba “apurado”.

Gozaba de una voluntad de oro, pero lamentablemente no era cocinero. Dato nada extraño y que forma parte de la normativa no escrita del típico actuar “a la capuchina”, que en este caso era nombrar cocinero a quien no sabía guisar, lo mismo que nombrar profesor de física y química a un lego en estas materias, que debía trasnochar haciendo los problemas y ejercicios de estas ciencias, no fuera a suceder que al día siguiente en clase, su ignorancia quedara en evidencia ante los alumnos. Puesto que el físico improvisado era yo, pasemos a Fray Jacinto.

Fray Jacinto era recio y fuerte, que es una forma discreta de expresar lo que todos sabemos, que era un chicarrón onubense algo brutote, pero con un corazón enorme, muy cariñoso y servicial. Como cocinero, sus lentejas sabían a veces a potaje de lentejas, y freía los huevos después del almuerzo para comerlos en la cena, pero, a pesar de todo, él quería agradar y aquí va un ejemplo de postre que guardaba en el armario de su buena voluntad.

¿Cómo se hace un flan? Olvidémonos de los huevos, que son  ingrediente de otros flanes. Un día memorable, Fray Jacinto puso leche a hervir y cuando estaba hirviendo le echó de golpe “los polvos de la madre Celestina”. ¿En qué cantidad? Dependía de la inspiración del momento y de la cantidad de sobres de “Flanin El Niño” que hubiera en la despensa. Habitualmente le servía de molde una lata grande de tomate frito, y el resultado era un flan vistoso, con sus chorreones de azúcar quemada y todo. Pero…

Un día, nuestro Jacinto entró en el refectorio de la comunidad con un hermoso flan en una bandeja, provocando una reacción de sorpresa y un gran aplauso en los comensales; se puso nervioso, resbaló y cayó de rodillas, al mismo tiempo que se le fue al suelo el flan,…y dijo:

– No ha pasado nada.

Se levantó, cogió con las manos el flan, lo colocó debajo del grifo para enjuagarlo y devolverlo a su bandeja, y terminó su ritual diciendo:

– Todo tiene solución.

Fray Rafael de Montilla le preguntó:

– Pero Jacinto, ¿cuántos sobres de “flanin” le has echado al flan? Parece que está un poco duro ¿no?

– ¿Flanin? -respondió- El que tenía que echarle. Tú… a comer.

Fray Jacinto, como queda dicho, era muy querido en Antequera. Don Francisco Molina le daba un pase para el cine Torcal y él de vez en cuando le pedía permiso al Guardián para ir a la sesión de tarde. No había problema para la cena, porque los huevos con dos salchichas cada uno ya los tenía fritos desde el almuerzo. Y aquel memorable día en que el cine Torcal anunciaba el estreno de “Jesucristo Superstar”, éxito mundial de primera magnitud, no podía perdérselo nuestro cocinero. Fray Jacinto llamó a la celda del Guardián, y este desde su mundo de pájaros sueltos, de ratones comiéndose el alpiste de los pájaros, de fondo musical: “El humo ciega tus ojos”, le responde: ¡¡¡Adelanteeee!!!

– Padre Miguelito: ¿me das permiso para ir al Torcal a ver una película muy buena?

– Sí, claro, ¿qué película es?

– “Jesucristo en su pedestal

Su último destino fue de portero en el convento de Sevilla. Si alguien venía preguntando por el Provincial, que era el P. Juan Jesús Linares, nuestro Jacinto pasaba de la portería al claustro y gritaba con su buena voz: ¡¡¡¡¡Juanitoooooooo!!!!!!!!!

Alguien le censuró el comportamiento:

– Hombre, Fray Jacinto, esa no es forma de llamar al Padre Provincial.

– Yo le he dicho “Juanito” desde antes de que hiciera la primera comunión –respondió- y no voy a cambiar ahora el tratamiento.

Muy franciscano, devoto y caritativo. Cuando joven, la obediencia lo enviaba a atender a frailes enfermos hasta que les ayudaba a bien morir y los dejaba amortajados. Tal era la fama de lo bien que ejercía este ejercicio de misericordia, que cuando algún enfermo veía aparecer a Jacinto, se echaba a temblar y empezaba a rezar el acto de contrición.

Estaba en Sanlúcar como enfermero del anciano P. Ildefonso, que murió a las tres de la mañana. Nuestro hermano le rezó un responso y pasó a amortajarlo. Al amanecer y antes de Laudes, solía pasar el Guardián, P. Marcelo de Castro, a ver cómo había pasado la noche el enfermo. Llamó varias veces a la puerta: “Ave María Purísima”. Como nadie contestaba entró y encontró a los dos en la cama: al P. Ildefonso debidamente amortajado, y, a su lado, Fray Jacinto durmiendo como un tronco después de una noche de trabajo. Explicación que daba nuestro protagonista:

– No iba a llamar a la comunidad a las tres de la mañana cuando todos tenían que estar durmiendo…

Hno. Fernando Linares Fernández

(publicado en «Punto de Encuentro«, nº 149, Junio, 2021)

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Comunicado de Capuchinos de Antequera

COMUNICADO DE LA FRATERNIDAD DE HERMANOS MENORES CAPUCHINOS DE ANTEQUERA

Hermanos todos: Recibid nuestro saludo franciscano de PAZ y BIEN.

Este comunicado lo motiva el cumplimiento de nuestro deber de hacer público a todos los antequeranos nuestra próxima partida de esta bendita ciudad. Fr. J. Jesús, Fr. Miguel y Fr. José Manuel han sido trasladados a Córdoba, junto a nuestro querido antequerano Fr. Francisco Martínez Melero, y Fr. Laureano es destinado a Sanlúcar de Barrameda.

Con este escrito no pretendemos hacer memoria histórica del paso de la Orden Capuchina por nuestra querida ciudad de Antequera; tampoco queremos nombrar, sin olvidarnos de ellos, a los miembros de la Orden que nacieron aquí y que destacaron por sus virtudes humanas y evangélicas. No olvidamos a nuestros hermanos que, sin haber nacido en estas tierras, se hicieron antequeranos de corazón, pues cada uno de los capuchinos andaluces tienen su raíz en el Seminario Seráfico de Antequera.

¿Qué pasará con el convento de Capuchinos de nuestra ciudad? La Orden Capuchina no desea desprenderse de él; por eso el Hno. Provincial y el Sr. Obispo de la Diócesis de Málaga están trabajando para encontrar soluciones adecuadas a nuestro tiempo. Desde la fundación del convento en 1613, la historia nos ha enseñado que ha habido momentos duros en los que se ha tenido que abandonar por un largo periodo –desde los años 30 del S. XIX con la Desamortización de Mendizábal- hasta que, tras un duro destierro, los Capuchinos regresaron a España el año 1887, concretamente en Antequera. Años después, tras los acontecimientos de 1936, en que padecieron martirio siete beatos mártires capuchinos a los pies del monumento de la Inmaculada, hubo un esperanzador resurgir vocacional que nos ha ido manteniendo hasta el día de hoy.

Para los creyentes, los momentos actuales son distintos. No se han producido momentos de extrema violencia anti-religiosa, como en la crisis de 1936, aunque quizás se hayan cambiado las armas de combate: se deja el fusil por el discurso erosivo que fomente en las conciencias la indiferencia por lo religioso… Hoy carecemos de vocaciones para llenar los conventos vacíos y, entre muchas razones, es porque Dios no da vocaciones para llenar conventos, pues éstos están en función de ellas. Sin vocaciones, los edificios sobran y éstos se convierten en grandes espacios insostenibles. Los capuchinos de España no disponemos en la actualidad del potencial necesario para cubrir las necesidades básicas de las 32 presencias que tenemos en nuestro territorio nacional; esto nos ha hecho optar por suprimir seis fraternidades, entre las que se encuentra Antequera.

¿Nos produce dolor esta medida? Ciertamente que sí. Hay toda una historia vivida por nuestra Orden en Antequera que forma parte de nuestro ADN, sin el que no sabríamos interpretar nuestra evolución como personas humanas y nuestras mismas vivencias de la Fe. Los lazos afectivos son fuertes con esta Ciudad, y nunca olvidaremos la acogida que siempre nos dio y la ayuda y el calor humano que nos ofreció en los momentos más duros de nuestra historia, como ocurrió con la intoxicación de los alumnos y profesores del Seminario Seráfico en los años 60, donde fallecieron dos niños seráficos…

La partida de nuestra fraternidad queremos hacerla lo más natural y sencilla posible; simplemente como una misión cumplida, nunca tan bien hecha como hubiésemos querido y vosotros os merecéis, pero con la voluntad de querernos poner en las manos de nuestros superiores, como sucesores de S. Francisco, ya que en sus manos pusimos las nuestras el día de nuestra profesión religiosa para poder ser plantados donde podamos servir a nuevos hermanos. En definitiva, este es el sentido de nuestra vida:

MORIR PARA VIVIR (SERVIR).

SER PODADOS PARA DAR MEJORES FRUTOS.

Queridos hermanos: Siempre en nuestros corazones.

La fraternidad de Hermanos Menores Capuchinos de Antequera.

 

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Comunicado del Presidente de la Asociación

ASOCIACIÓN FRANCISCO DE ASÍS DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS DEL SEMINARIO SERÁFICO DE LOS HH.MM. CAPUCHINOS DE ANDALUCÍA

Queridos hermanos:
Ante la preocupación de muchos compañeros, en la que me incluyo personalmente, antiguos alumnos del Seminario Seráfico de Antequera, por la noticia del cierre del Convento, puesto en contacto con nuestro Director Espiritual, Fray Diego Díaz Guerrero, me indica que en principio, lo que hay previsto es el estudio de una posible cesión a alguna entidad benéfica, asociación, ONG, aún por determinar, que aún, cuando se decidiera, conllevaría una serie de trámites y requisitos que podría tardar años en hacerse efectivo.
Ciertamente, la zona del antiguo Seminario Seráfico, al no haber vocaciones y los Padres Capuchinos cada vez son menos y ya con avanzada edad, independientemente del coste que supone el mantenimiento de las instalaciones, es imposible sostenerlo y atenderlo.
Lógicamente, nos produce un sentimiento de pena y añoranza al tener conocimiento de esta noticia, apegándonos a lo que nos duele y queremos. Además, como dice fray Fernando Linares en su exposición en nuestro blog, es “… para nosotros, Antequera más que centro ha sido corazón y biografía, sentimientos e historia, y, sobre todo plataforma de muchos y diversos compromisos pastorales”.
En cuanto al Convento, (Iglesia y Convento) no se cierra ni se cede, seguiría con culto, como hasta ahora, atendido por los Hermanos Capuchinos de Granada y Córdoba, al igual que se viene haciendo con el convento de Jerez de la Frontera, que tras años anunciando su clausura, aún sigue atendido por los hermanos del convento de Sanlúcar de Barrameda.
Me indica nuestro Director Espiritual, que la Asociación de los Antiguos Alumnos Capuchinos, podrán seguir celebrando sus asambleas y encuentros en Antequera, bien en la zona del antiguo Seminario, de acuerdo con la entidad que lo estuviera gestionando, si ya estuviese cedido, o bien, siempre podremos contar con la iglesia y zona del convento, como se ha hecho en alguna otra ocasión.
Con estas palabras, quisiera enviaros un mensaje de tranquilidad en nombre de nuestro Director Espiritual.
Creo que en el próximo encuentro, previsto para el 30 de octubre en Córdoba, será un tema obligado para comentar.
Recordemos compañeros que, Cristo está donde estemos nosotros reunidos en su
Nombre, al igual que el espíritu franciscano.
¡Ánimo y Esperanza!

Un abrazo
Antonio Sancho Pedreño

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Fraternidades Capuchinas en Andalucía Trienio 2020-2023

CÓRDOBA

a) Actividades: Fraternidad que tiene estos espacios de vida: Atención a la iglesia de culto, a las capellanías y a dos Hermandades; acompañamiento y acogida a las personas que se acercan en necesidad.

b) Hermanos:

Hno. Juan Jesús Linares Fernández,

Hno. Miguel Pavón Zunino,

Hno. Francisco Martínez Melero,

Hno. José Manuel Álvarez Fajardo.

GRANADA

a) Actividades: Fraternidad que tiene estos espacios de vida: Atención a la parroquia; atención al santuario de Fray Leopoldo; acompañamiento a la obra social fray Leopoldo y a la Residencia-Hogar de ancianos; acompañar al Patronato Fray Leopoldo; cuidado de la enfermería.

b) Hermanos:

Hno. Florencio Arellano Guerrero,

Hno. Fabián Llergo Pulido,

Hno. José Antonio Márquez Pavón,

Hno. Antonio Carrasco Hurtado,

Hno. Damián González Ruz,

Hno. Martiniano Pérez Montero,

Hno. Diego Díaz Guerrero,

Hno. Alfonso Ramírez Peralbo,

Hno. Juan José Murcia Tudela,

Hno. Antonio Ruiz de Castroviejo Alba,

Hno. Ismael Medina Díez,

Hno. Emilio Rodríguez Sosa,

Hno. Juan Aguilera de la Torre.

SANLÚCAR DE BARRAMEDA

a) Actividades: Fraternidad que tiene estos espacios de vida: Atención a la iglesia de culto del convento; atención a la parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles situada en un barrio periférico; atención a dos capellanías y a la iglesia de Jerez de la Frontera, mientras se mantenga esta casa.

b) Hermanos:

Hno. José Martín González,

Hno. Fidencio Mazuelas Herrero,

Hno. Víctor Marcos de Pedro,

Hno. Laureano López Fermín,

Hno. Raúl Sánchez Flores.

SEVILLA

a) Actividades: Fraternidad que tiene estos espacios de vida: atención a la parroquia y a la capilla de San José; atención a las capellanías; cuidado y mantenimiento del patrimonio histórico (biblioteca, archivo, museo).

b) Hermanos:

Hno. Rafael Pozo Bascón,

Hno. Alfonso Jiménez Santos,

Hno. Fernando Linares Fernández,

Hno. José María González Lora,

Hno. Juan José Fernández Santiago,

Hno. Eduardo Rodríguez Márquez,

Hno. Andrés Verdugo Cabas,

Hno. Antonio Vázquez Ruiz.

(Extraido de la Revista «Punto de Encuentro«, nº 148. Mayo, 2021)

 

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El enfermero de Fray Leopoldo

Por mucho que vista de paisano se le nota enseguida un deje de fraile enclaustrado que no ha perdido del todo la compostura monástica. Muy amable y cachazudo, tiene bien catalogadas en el fiel archivo de su vida los conventos en los que ha estado, las ocupaciones que ha tenido y los frailes con los que ha pasado prácticamente toda su existencia. Ya nonagenario, los recuerdos se le agolpan en su mente de tal manera que a veces se le saltan las lágrimas por tanto que ha perdido. Se llama Francisco González Ruz, pero eso casi nadie lo sabe porque todo el mundo lo conoce por Fray Damián de la Rambla. Damián, por el misionero belga del mismo nombre y La Rambla, porque nació en ese pueblecito cordobés hace ya 92 años.

¿Por qué este fraile ha llamado la atención del periodista? Porque es la única persona que queda viva en Granada de los que atendió a Fray Leopoldo, el último enfermero, el que le dio las últimas gachas al de Alpandeire, de cuya muerte se han cumplido 65 años el pasado mes de febrero.

La sencillez es la cualidad que Fray Damián destaca del popular beato, aquel que tantos seguidores tiene en Granada. Le digo a Fray Damián que, si Fray Leopoldo viviera hoy y tuviera una cuenta en Twitter, arrasaría en las redes sociales. Y él, que no entiende de nuevas tecnologías, me habla de la gran cantidad de gente que va por el convento de Divina Pastora para adquirir alguna estampa o algún objeto en el que se vea el beato. También me habla de los parroquianos que discurren por la cripta para pasar por encima el décimo de lotería que han comprado cuatro casas más abajo. «El lotero es el que sin duda sale ganando», dice con cierta ironía fray Damián.

La memoria le falla bastante al fraile nonagenario, aunque sospecho que prefiere ya no acordarse de casi nada. «A esta edad se olvida todo menos lo que quieres que se te olvide», dice con esa beatífica sonrisa que casi siempre está en su rostro. En algunos escritos que ha publicado relata sus vivencias con el de Alpandeire. Recuerda Fray Damián que Fray Leopoldo era una persona que comía muy poco y siempre cosas muy frugales.

«Como enfermero suyo en aquel tiempo, veía lo parco que era en su comida. Un día pensé cambiarle algo la dieta y le hice unas gachas que recordé hacía mi madre. Cuando fui a retirarle el plato le pregunté si le habían gustado. Muy agradecido me respondió: Hermano, estaban riquísimas, pero, si las haces otra vez, no le eches tantas cosas”. «Las gachas solo tenían harina, agua, azúcar, matalahúva y pan frito. Bueno, pues para él eso eran muchos ingredientes para unas gachas»

La pescadilla

Él tenía 27 años solo cuando conoció a Fray Leopoldo y le encomendaron que fuera quien lo cuidara cuando ya apenas se levantaba de la cama. Las anécdotas sobre la parquedad en la comida del beato, las ha recogido Fray Damián en sus escritos. Cuenta que un día un novicio, Fray Jacinto, fue a llevarle una pescadilla muy fresca que alguien había regalado a la comunidad. Fray Leopoldo la rechazó diciendo que esa comida tan exquisita no correspondía a un pobrecillo fraile como él. Luego, por la tarde, fue al padre guardián a decirle que le impusiera una penitencia por creer haber rechazado la caridad y por haber escandalizado al novicio que le llevó la pescadilla. El padre guardián le dijo que rezara tres aves marías. «Padre, eso no es una penitencia, eso es un premio», le dijo fray Leopoldo.

Fray Damián dice que Fray Leopoldo era muy dado a la mortificación de los sentidos y que a veces tenía repuntes de mal carácter, pero que, cuando eso sucedía, enseguida buscaba un camino para calmar su espíritu. Cuenta que un día tuvo un encontronazo fuerte con otro fraile que le había arrancado unas matas de parra que él había plantado. Se pusieron a discutir, pero enseguida el beato se calmó, fue hacia el otro fraile y le dijo: «Hermano, vamos a irnos a nuestras obligaciones que el demonio quiere sacar partido de esto».

El padre de fray Damián de La Rambla era carpintero y su madre modista. Recuerda que, cuando era muy pequeño, su familia se trasladó a Madrid, a donde le pilló la Guerra Civil. Dice que tenía 7 años cuando pasó aquello y que recuerda las grandes carreras que le obligaban a hacer sus padres cada vez que tenían que ir a esconderse a un refugio. «¿Sabe lo que más recuerdo? A mi padre llevarme en brazos corriendo para protegernos de las bombas que tiraban los aviones y yo ver el suelo lleno de zapatos que perdían los que corrían. Y a mi madre despertarme en mitad de la noche y decirme que nos íbamos corriendo al refugio. Eso es lo que más recuerdo».

Comenta Fray Damián que a él la vocación de ser fraile le vino muy temprano, aunque lo que quería ser es franciscano en vez de capuchino. Dice que enseguida fue destinado a la provincia Andalucía y que además de Granada ha estado, que él se acuerde, en Sevilla, Sanlúcar de Bda. y las Islas Canarias. Ahora es el portero del convento en el que está la cripta de Fray Leopoldo, pero ha pasado por todos los estatus posibles en la orden. «Durante un tiempo estuve de pedigüeño o limosnero andariego, como Fray Leopoldo. Ahora he visto en Granada que hay mucha gente pidiendo por las calles, pero antes se pedía por hambre», dice fray Damián. También reconoce que, aunque la fama la tiene fray Leopoldo, ha habido frailes en la comunidad que han hecho mucho bien. «Me acuerdo, por ejemplo, de Fray Félix de Lanteira. Era un hombre tan sencillo y humano que los que empezábamos lo teníamos como ejemplo a seguir».

A Fray Damián se le encharcan a menudo los ojos de lágrimas cuando recuerda el tiempo que se ha ido. Es la resignación la virtud que siempre reclama con su mirada. Esa misma mirada que vio en Fray Leopoldo cuando una noche estuvo charlando con él después del rezo. «Rezamos los dos para conseguir esa perseverancia que toda vida necesita. Le dije que yo era joven y que necesitaba más esa perseverancia que él, que era ya viejo. Entonces va y me dice: ‘No creas, a mí el diablo me tienta más ahora que cuando era joven’. Lo que admiré de él fue la gran tranquilidad con la que se enfrentó a la muerte».

 

Andrés Cárdenas, “GRANADA HOY” en Punto de Encuentro, nº 148. 2021

 

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