Muere Luis Rodríguez García

Ha fallecido en el día de ayer, 10 de Julio, nuestro antiguo compañero en el Seminario de Antequera y Noviciado, Luis Rodríguez García, de Sevilla, a la edad de 65 años, después de una larga enfermedad que se había acentuado en los últimos días.

Fue concejal de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba como político independiente en la candidatura de Izquierda Unida a la Alcaldía de Córdoba en el 2003.  Fue nombrado cuarto Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Córdoba y delegado de Cultura, con Rosa Aguilar primero y Andrés Ocaña después como alcalde.

Doctor en Filología Inglesa, en su actividad laboral, centrada en la docencia, destacan su cargos de director del I.E.S. Gran Capitán y como decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba (2000-2003).

Descanse en paz nuestro querido compañero.

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La hora del papa Francisco

La transformación emprendida por el Pontífice, camino de los 82 años, se encuentra en un momento decisivo que determinará el éxito de su Papado y la herencia que deja

El papa Francisco en la plaza de San Pedro

Hace algunas semanas, el papa Francisco terminó una de sus misas matinales en Santa Marta y, al salir, cruzó dos palabras con un consejero cercano. La pregunta era más bien rutinaria. La respuesta fue sincera.

—¿Todo bien, Santidad?

—Mucha presión—, resopló Jorge Mario Bergoglio.

El pontificado del papa Francisco atraviesa una fase decisiva. Después de cinco años y medio intensos, algunas de sus grandes reformas han encallado o se encuentran despegando. La transformación económica, la estrategia de comunicación del Vaticano, la lucha contra los abusos o la reformulación de la curia han dado resultados dispares. La euforia inicial ha remitido, y también parte del eco mediático. Pronto tocará renovar el impulso reformista con nombramientos de cargos relevantes aún pendientes en la Secretaría de Estado, en el Consejo de Asesores (C9) y en puestos estratégicos del área económica. En junio ha proseguido la acelerada configuración de un colegio cardenalicio cada vez más a su medida, donde los purpurados que ha nombrado ya superan al resto. Pero las voces críticas no cesan. Son sectores conservadores. Pocos y muy localizados, principalmente en el área estadounidense, señalan fuentes de su entorno. “Ahí la derecha está organizada y tiene dinero”, apunta un veterano cardenal. Son voces persistentes, agresivas y, según alguna de la media docena larga de fuentes consultadas, ya piensan en el sustituto de Francisco.

El ala ultra entra a matar. Considera que Bergoglio, de 81 años, no ha actuado hasta ahora como corresponde a un Pontífice. El periódico conservador Il Tempo tituló la semana pasada a cinco columnas y con gran entusiasmo tipográfico: “Habemus Papa”. Una ironía surgida de un discurso en el que el actual jefe de la Iglesia comparó el aborto por causas médicas (malformaciones, enfermedades…) con las prácticas nazis para conservar la pureza de la raza. En el mismo sermón, subrayó también que una familia la forman solo un hombre y una mujer, algo que tranquilizó a la curva más exaltada de la Iglesia. Como si un Papa pudiera decir lo contrario. “Es el jefe de la Iglesia católica, no de una organización progresista. En temas sociales es abierto, pero doctrinalmente es tan conservador o más que Benedicto XVI. Quien piense que puede aprobar el aborto o los matrimonios de personas del mismo sexo está muy equivocado. Esa, desde luego, no será su herencia”, señala un miembro de la curia que despacha con él.

Francisco absorbe la presión y no suele transmitirla. Pero siempre que tiene ocasión de dar un discurso ante la curia —y ya van cinco— se queja de los chismorreos, de la falta de lealtad. De “la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos”, dijo estas navidades en el tradicional discurso a sus empleados. En los últimos meses ha visto incluso como le acusaban de hereje. “Esas críticas tocan a su corazón. Nunca hemos tenido en la Iglesia una revuelta tan fuerte de los conservadores contra el Papa. Este frente tradicionalmente ha estado de parte del Pontífice y lo que ocurre con Francisco es insólito. Es difícil entender que pasen de adorar a Benedicto XVI a comportarse así con Francisco”, señala un consejero. La corriente reaccionaria está encabezada por el cardenal Raymond Burke, y espera que este pontificado pase a la historia como una mera anécdota. Pero será en los próximos tiempos cuando quede clara la dimensión de su legado, dentro y también fuera de la Iglesia.

La misión política de los últimos Papas ha variado. El polaco Karol Woytila fue el Pontífice que ayudó a derribar el muro entre este y oeste. Y el actual —el primero en 13 siglos que no viene de Europa— busca derribar la barrera invisible entre el sur y el norte. Lo intenta con la defensa de las migraciones —matizada últimamente cuando señala que solo deben llegar los que puedan ser acogidos— en actos como la misa en San Pedro del pasado viernes para celebrar el quinto aniversario del viaje a Lampedusa; la ecología, a la que dedicó una encíclica o la pobreza. Puede verse en todos sus gestos y en los nombramientos de la cúpula eclesial. Uno de los últimos cardenales, por ejemplo, es Konrad Krajewski, jefe de la oficina de limosnas. Un hombre alejado de la arrogancia principesca que solía otorgar el anillo y el capelo rojo y que conoce de memoria el nombre de todas las personas sin hogar que viven alrededor del Vaticano y de la estación de Termini. Todo esto será sin duda parte de la huella de Francisco, que ha calado también en el mundo laico, donde se aprecia más el impacto social de su obra. Porque a veces da la sensación de que cuenta con más apoyo fuera de la Iglesia que dentro, donde quienes esperaban mayores reformas se impacientan y las luchas de poder han embarrado áreas cruciales como la económica.

La corriente reaccionaria está encabezada por el cardenal Raymond Burke, y espera que este pontificado pase a la historia como una mera anécdota

Las finanzas y el cielo siempre se llevaron mal. Pero después de años de caos, el Vaticano ha homologado sus reglas y controles a las del resto de países. “Moneyval [el organismo europeo que vigila el blanqueo de capitales] lo certifica”, señalan fuentes de la Santa Sede expertas en esta área. El Banco Vaticano (IOR), que gestiona alrededor de 5.700 millones de euros, ha cerrado más de 5.000 cuentas sospechosas desde 2013. Se ha reducido el déficit y hay nuevos órganos de inspección. Los banqueros ahora expían sus pecados en los tribunales y no colgados de un puente. Prueba de ello es el juicio por blanqueo de capitales y malversación de fondos al expresidente del IOR, Angelo Caloia, celebrado esta semana. Pero han sido despedidos auditores generales en circunstancias extrañas (espionaje, denuncias de coacción e insinuaciones de corrupción), y cada vez que se contrata a alguien para poner orden, acaba trasquilado. El jefe de todo esto era el cardenal australiano, George Pell. Una suerte de superministro de finanzas que se encuentra desde hace un año en su país a la espera de juicio por encubrimiento de abusos a menores. Nadie le ha sustituido.

Francisco decidió confiar en Pell pese a las sombras que le acompañaban desde Ballarat, su pequeño pueblo natal, donde se produjeron centenares de abusos sexuales mientras él era sacerdote. Muchos opinan que su ausencia del Vaticano este año ha sido buena. “Había una guerra entre él y el cardenal Calcagno [expresidente del organismo que gestiona el importante patrimonio de la Santa Sede: 3724 unidades inmobiliarias por valor de unos 2.700 millones]. Demasiados hombres luchando por sus territorios, por cada centímetro de poder e influencia…”, señala un asesor. Lo que nadie comprende es porque no se ha nombrado a un sustituto. “No es un buen mensaje”, insiste esta persona, escéptica ante la posibilidad de que Pell haya presentado su renuncia al Papa, pese a que su negativa a hacerlo compromete gravemente la línea de tolerancia cero con los abusos, algo crucial para el pontificado.

El viaje a Chile del pasado enero, un peregrinaje supuestamente tranquilo, se convirtió en una embarazosa tormenta. Una periodista preguntó al Papa por los casos de abusos a menores de un sacerdote chileno y el encubrimiento del caso por parte del obispo Juan Barros. “No deberían haberle dejado expuesto a esa situación”, señala un empleado vaticano. Francisco escuchó la pregunta y respondió airado que eran “calumnias” y que no había pruebas. Decidió él. “Es su estilo. Sigue algunas cosas muy de cerca. Y si le preguntan responde. Pero tiene mucha popularidad”, señala un importante miembro de la curia. Poco después, asumió el error, pidió disculpas, encargó una gran investigación y dio un volantazo tremendo que terminó con una invitación a las víctimas ofendidas en Chile a Santa Marta, y una histórica limpia entre los obispos chilenos, que presentaron su dimisión en bloque. Aquello fue un punto de inflexión.

A su llegada Francisco anunció que continuaría con la política de tolerancia cero con los abusos sexuales iniciada por Benedicto XVI. Creó una comisión pontificia para prevenir estos casos. Pero las dos víctimas que incluyó en el nuevo aparato de prevención abandonaron la comisión dando un portazo y denunciando la obstaculización sistemática de sus propuestas. Especialmente desde la Congregación para la Doctrina de la Fe que entonces dirigía el cardenal Gerhard Müller, como señaló Marie Collins, máxima experta en la materia y ex miembro de la comisión del Vaticano. El purpurado alemán no fue renovado. “El Papa ha mostrado buena disposición en asuntos concretos, pero no ha hecho cambios estructurales determinantes que puedan mantenerse después de él. Cuando llegue otro Pontífice, con otra actitud, podría retrocederse. Esos cambios estructurales serían lo único que garantizaría la seguridad de los niños en el futuro. En Chile ha actuado bien, pero esto debería extenderse a toda la Iglesia y que no se trate de casos aislados”, apunta Collins al teléfono.

Después de años de caos financiero, el Vaticano ha homologado sus reglas y controles a las del resto de países

Una vez le preguntaron a Juan XXIII cuánta gente trabajaba en el Vaticano. A lo que el Pontífice respondió irónicamente: “Más o menos, la mitad…”. La realidad es que son unos 4.800. Una pesada estructura que requería una transformación. Ha habido nombramientos de mujeres, se ha reducido el número de dicasterios (ministerios del Vaticano), la estrctura es más horizonatal. Y más allá de que se espere una nueva Constitución Apostólica de la curia o la certificación de un histórico deshielo de las relaciones diplomáticas con China que (según fuentes conocedoras del tema, podría llegar en 2019) hay cuórum en que Francisco ha acometido una reforma de las formas. “Es 100% jesuita. Entiende el Pontificado como una misión, como si fuera su diócesis”, señalan fuentes del Vaticano. Y habrá cambios tangibles emprendidos por Francisco difíciles de deshacer, como el traslado de la residencia del Papa a Santa Marta, un movimiento para alejarse del enclaustramiento autorreferencial del Palacio Apostólico. Un gesto que tiene su reflejo también en el empeño por la apertura ecuménica a otras religiones. Pero lo que suceda en el próximo cónclave determinará si otros giros son definitivos.

El jueves 28 de junio, Francisco creó a 14 nuevos purpurados: 11 son menores de 80 años y tendrán voz y voto para elegir al siguiente Pontífice. Los cardenales electores nombrados por él (59) ya son mayoría respecto a los que quedan de Juan Pablo II (19) y de Benedicto XVI (47). Aunque el avance en el control del colegio no garantiza nada (Benedicto XVI era uno de los dos únicos cardenales que no había creado Juan Pablo II cuando le sustituyó), ahora el órgano de decisión –con 125 cardenales, 5 más del límite orientativo fijado por Pablo VI- tiene una composición más heterogénea y periférica. Hay purpurados de cinco continentes y 83 países y una gran parte, prácticamente no se conoce entre sí. Algunos, como el japonés Thomas Aquinas Manyo, ni siquiera hablan un idioma, aparte del latín, que les permita relacionarse con sus colegas cuando toque entrar en la capilla Sixtina, garabatear un nombre en el trozo de papel y ensartarlo en una cuerda.

Las dinámicas y la influencia dentro del cónclave estarán más fragmentadas de ahora en adelante. Los posibles lobbies o presiones se diluirán con la multiplicidad de nacionalides y sensibilidades. En los sanedrines vaticanos siempre hay quinielas y muchos se empeñan en que toca volver a un italiano. Pero los últimos nombramientos no señalan en esa dirección. “Es posible que el próximo Papa sea de nuevo americano o hispanohablante”, señala un veterano alto cargo, con lo que se representaría a alrededor del 40% de católicos. Se habla incluso de un español: el cardenal Juan José Omella. “Lo he hecho muy bien y es el hombre de confianza del Papa en España, una iglesia que aprecia y entiende”, insiste esta fuente.

España es el único país que ha aportado un cardenal en cada uno de los cinco Consistorios celebrados por Francisco (en el último dos: Luis Ladaria, prefecto de la crucial Congregación para la Doctrina de la Fe, y el claretiano Aquilino Bocos). Pero para que se celebre un cónclave, la sede de Pedro debería quedar vacante. Francisco ha dado a entender que seguirá los pasos de Benedicto XVI —que renunció el 11 de febrero de 2013 en medio de una tormenta de escándalos— y se apartará cuando no se sienta con fuerzas. “No pasan los años en vano. Y tiene una salud que no es de roble. Pero es firme, metódico, laborioso, se levanta muy pronto y muy reconcentrado”, subrayaba el cardenal Bocos a este periódico un día antes de su nombramiento. Una renuncia, a corto plazo, no parece probable, apuntan los expertos. Entre otras cosas, porque se crearía la situación más extraña de la historia de la Iglesia: tres papas conviviendo a pocos metros. Y con dos, ya fue un reto.

El día en que se celebró el consistorio, dio la vuelta al mundo la foto de la visita de Francisco a su predecesor para que bendijese a los nuevos cardenales. “El Papa falso besa el anillo del real”, tituló una web. La realidad es que la convivencia entre ambos, un hecho insólito que podía haber sido incómodo, ha resultado excepcional. Por eso el Papa Francisco, cuenta uno interlocutor, se disgustó tanto en marzo cuando el prefecto de la Secretaría de Comunicación, monseñor Dario Viganò, publicó una carta privada que le había mandado Ratzinger. En la misiva defendía a Francisco de las críticas por una supuesta falta de preparación teológica, pero se ocultó un pequeño tirón de orejas. El escándalo fue mayúsculo y Viganò terminó cesado en plena reforma del área de comunicación vaticana. El giro en la estrategia de comunicación había sido presentado por todo lo alto con gigantes vallas publicitarias en la Piazza Navona con la foto del Papa: la mejor marca hoy de la Iglesia católica.

Francisco ha sido la reacción audaz y fulgurante de la Iglesia al descomunal desprestigio que atravesó

Francisco ha sido la reacción audaz y fulgurante de la Iglesia al descomunal desprestigio que atravesó. A los vientos de cambio que soplaban en el mundo. La Divina Providencia entendió lo que estaba en juego. Todo debía ser nuevo. El primer papa jesuita, el primero americano, también el que inauguró el uso de ese nombre y el primero que convivió con otro hombre que vestía igual. ¿La Iglesia después de Francisco? Un cardenal que participará en el próximo cónclave lo explica así: “Hay cambios, una nueva atmósfera, la curia es más abierta. Pero no está claro qué pasará con un nuevo Papa. La clave está en la gente y en la mentalidad. Hemos visto también gritos, discusiones, decepciones. Debemos esperar, pensar a largo plazo”. Una medida capaz solo de establecer un pontificado.

Daniel Verdú

(Publicado en “El País” el 8 de julio de 2018).

 

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Protegido: Programa del XII Encuentro de la Asociación Francisco de Asis en Granada

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Dedicación de la Basílica de San Francisco en Asís.

San Francisco quiso morir cerca de aquella Porciúncula de donde había tomado principio su vida religiosa. Pero a él, que había escogido la pobreza como camino hacia el amor y dejaba en herencia a sus hijos la pobreza para que la guardaran celosamente, sus hijos y el pueblo asisiense quisieron erigir, alentados por el mismo Papa, una basílica que fuera como un anticipo y un signo de la gloria celestial que le había otorgado Dios mismo. Y Fray Elías se encargó y quizás proyectó las tres iglesias superpuestas que todo el mundo visita admirado. En la oscuridad de la tierra está cavada la primera iglesia, que conserva el cuerpo del Pobrecillo; es la humildad de la vida de donde se eleva la primera gloria de la iglesia intermedia, con las espléndidas alegorías de las virtudes y encima, en una danza de luz, la iglesia superior. Los pintores entrelazan los dos temas: la pasión de Cristo y la historia de Francisco, subrayando la necesidad de imitar a Cristo para alcanzar el cielo.

El 25 de mayo de 1253 era solemnemente consagrada la basílica que Fray Elías había hecho erigir sobre el monte del Paraíso a Francisco de Asís. La había concebido como un sueño de glorificación sin par; tres iglesias superpuestas. Allá en la oscuridad de la tierra la tumba con el cuerpo del Santo. Sobre ésta la iglesia intermedia, invadida de una luz todavía débil donde fuera representada la vida del Santo, su ascenso según las alegorías de las virtudes y sobre todo según el tema dominante de su vida religiosa: Cristo Crucificado. La tercera iglesia está en plena luz del día, donde escenas bíblicas y episodios sobresalientes de la vida de Francisco, los más densos de humanidad y de transformación, se extienden paralelamente sobre las paredes. Era la exaltación de un Santo, de aquel “Santo único”, pero también el más alto grado de la fe renovada en aquel Dios hecho hombre al que Francisco tanto se había acercado.

San Francisco murió el año 1226. Dos años después, en 1228, el papa Gregorio IX lo canonizó en Asís y mandó que se levantara una suntuosa iglesia en las afueras de la ciudad para su sepultura. Él mismo puso la primera piedra y la distinguió con el título de «Cabeza y Madre» de la Orden de los Menores. Terminadas en lo fundamental las obras, el 25 de mayo de 1230 fue solemnemente trasladado el cuerpo de san Francisco desde la iglesia de San Jorge, donde había sido sepultado después de su muerte, a la nueva basílica. Más tarde, el 25 de mayo de 1253, Inocencio IV consagró personalmente y con gran solemnidad esta iglesia. Y Benedicto XIV la elevó a la dignidad de Basílica patriarcal y Capilla papal el 25 de marzo de 1754.

Oración: Señor, tú que edificas el templo de tu gloria con piedras vivas y elegidas, multiplica en tu Iglesia los dones del Espíritu Santo, a fin de que tu pueblo, por intercesión de nuestro Padre san Francisco, crezca siempre para edificación de la Jerusalén celeste. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Santoral Franciscano.

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San Félix de Cantalicio

Nació en un pueblecito del centro de Italia, Cantalice (Rieti), el año 1515, de una familia modesta. Pronto se puso al servicio de una familia acomodada, primero como pastor y luego en faenas del campo. Ya maduro ingresó en los capuchinos, hizo el noviciado como hermano lego y profesó en 1545. Poco después lo destinaron a Roma, donde permaneció hasta su muerte, recorriendo de continuo sus calles como limosnero, lo que aprovechaba para consolar y aconsejar a las gentes, visitar a los enfermos, ayudar a los más pobres, explicar el catecismo a los niños y enseñarles a cantar las alabanzas de Dios. Profesaba una particular devoción a la Virgen. Fue un fraile de talante místico y asidua oración. Brilló por su candor y sencillez evangélica, su buen humor y su cercanía a toda persona. Estuvo adornado de carismas celestiales. Trabó una gran amistad con san Felipe Neri y san Carlos Borromeo. Murió en Roma el 18 de mayo de 1587.

Oración: Oh Dios, que diste a tu Iglesia y a la Orden franciscana un ejemplo vivo de candor y sencillez evangélica en san Félix de Cantalicio, concédenos, te rogamos, seguir sus huellas para buscar y amar intensamente a Cristo. Que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.

Santoral Franciscano.

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Fallecimiento del P. Carlos de Sevilla

Os comunico la triste noticia del fallecimiento del P.Carlos de Sevilla (Luis Mena Clemente), que ingresó en Antequera en 1.948 y, tras pasar por Sanlúcar y Sevilla, fué ordenado sacerdote en 1960. Destinado a estudiar Teología a la Cartuja de Granada, al finalizar fué enviado a Moguer en donde fue profesor de Literatura de los estudiantes de filosofía durante 1963-64. Posteriormente pasó a Sevilla como vicedirector del teologado durante 1964-65. De allí pasó a la República Dominicana, a misionar y dar clase, pero posteriormente se incardinó como sacerdote al clero de Puerto Rico, en donde pasó muchos años hasta que se incorporó a la diócesis de Sevilla como párroco. Asistió al Encuentro de Antiguos Alumnos celebrado en Sanlúcar de Bda. Más tarde se jubiló de su parroquia y su salud se ha ido debilitando hasta que hace unos días sufrió un derrame celebral que le ha ocasionado la muerte.

Nuestras más sentidas condolencias a su familia.

Descanse en Paz.

 

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La utopía como motor de la historia

Juan José Tamayo, en su ‘última lección’ en la Universidad Carlos III, recordó cómo Pablo de Tarso y Bloch pensaban que lo mejor de las religiones es que producen disensiones y herejes.

“Buena parte de mi trabajo intelectual, de mis publicaciones y de mis sueños despiertos han girado en un juego dialéctico entre la utopía y la distopía. Días enteros y muchas noches en vigilia he dedicado a intentar hacerlas realidad a través de la praxis histórica emancipatoria”, escribe el teólogo Juan José Tamayo Acosta en ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías?. Así ha titulado su última lección como profesor de la Universidad Carlos III, en Getafe (Madrid), publicada en forma de libro con 140 páginas. Un resumen lo leyó anoche en la facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación, en la que en los últimos 19 años ha dirigido la Cátedra de Teología y Ciencias de la Religión Ignacio Ellacuría por un empeño personal de su primer rector, Gregorio Peces Barba.

Tamayo Acosta (Amusco. Palencia. 1946) recuerda que este mes se cumplen cincuenta años de su actividad docente, desde que comenzó en 1968 en la Escuela de Artes y Oficios de Palencia, hasta la protocolaria Ultima lectio (Ultima lección) de ayer en la Carlos III. Por el camino, deja medio centenar de libros fundamentales para entender el pensamiento religioso contemporáneo (más otras 25 publicaciones colectivas promovidas por él mismo: “Tengo más libros que años”, ironiza), muchos de ellos traducidos al italiano, portugués, francés, inglés, árabe, polaco y alemán, además de incontables artículos de investigación en revistas de filosofía, teología y ciencias sociales. También impulsó con lo más granado de la teología española la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, de la que es secretario general, y enseña como profesor invitado en las mejores universidades de Europa, América Latina, Estados Unidos y África. Es, sin duda, un teólogo famoso, como sus editores constatan cada año por las ventas de sus libros en varios países.

La tesis de Tamayo es que la utopía constituye el motor de la historia. «Sin ella la humanidad se hubiera detenido en un pasado a-histórico y la vida de los seres humanos sería un viaje a ninguna parte sin norte. Sin utopía en el horizonte se impone la barbarie. El adagio popular ‘la esperanza es lo último que se pierde’ convive con la afirmación de Dante a la entrada del infierno: ‘dejad a la puerta toda esperanza’. Si el adagio primero genera unas ganas de vivir irreprimibles, la afirmación de Dante puede desembocar en resignación insuperable o en desesperación. El inconformismo cohabita con el conformismo en el ser humano».

Cuando comenzó a escribir esta lección jubilar, en realidad un mero ritual académico pues continua como profesor emérito, a Tamayo le vino a la memoria un texto escrito por un autor hebreo entre los siglos IV y III antes de la era común y recogido en la Biblia judía con el título Palabras de Qohélet, hijo de David, rey de Jerusalén (en la biblia cristiana, el Eclesiastés). En realidad, Qohélet no es un nombre propio, sino el que habla en la asamblea, el Predicador. Se abre con la famosa proclamación: “Vanidad de vanidades, y todo vanidad” (en griego “Mataiotes mataiotetos, kai panta mataiotes”), y transmite el pesimismo que más tarde predica el cristianismo romano al definir el mundo como un valle de lágrimas.

Esto afirma Tamayo: “El libro transmite una filosofía pesimista, subraya la negatividad de la historia, rechaza el presente y llama la atención sobre la vacuidad del bienestar. Es una de las primeras obras que cultiva la distopía como género literario y como actitud ante la vida, para quien la fe-confianza en Dios todopoderoso constituye una alternativa imposible”.

En el mayo francés de 1968, los manifestantes gritaban “Sed realistas. Pedid lo imposible”. Eran rebeldes sin causa y con ella, a la manera de las grandes utopías tejidas mediante una literatura que tiene títulos inmortales, como la República de Platón; Utopía de Tomás Moro, creador del neologismo; la Era del Espíritu de Joaquín de Fiore; la Ciudad del Sol, de Tomasso Campanella, o la Nueva Atlántida de Francis Bacon. Son los libros que han iluminado a Tamayo, y también las utopías del Buen Vivir de las comunidades aymaras, quechuas y qichwas, o Tierra sin Mal, de los guaraníes.

Pero la utopía vive hoy horas bajas. Sostiene Tamayo: “No parece que sean estos tiempos propicios para la utopía. Quizá ningún otro tiempo lo haya sido, como tampoco lo serán los tiempos venideros. Es posible sea ese su estado propio: no el buen lugar, sino el no-lugar, al que hace referencia el neologismo creado por Tomás Moro: u-topía (no-lugar), el tener que nadar contracorriente y ascender cuesta arriba con el viento de cara. Así lo tradujo Francisco de Quevedo en el prólogo a la primera edición castellana en 1637: no ai tal lugar”.

¿Optimista o pesimista? ¿Utópico o distópico? Es la pregunta que suelen hacerle a Tamayo al final de sus clases, cursos y conferencias sobre la utopía. Ha decidido definirse como un pesimista esperanzado. “La realidad no da para ser optimista. Estamos sometidos a una serie de sistemas de dominación en racimo que se apoyan y legitiman, cuyo objetivo último es robarnos la esperanza, robársela a las personas y colectivos empobrecidos, que es, posiblemente, uno de los mayores latrocinios que está cometiendo el neoliberalismo. Pero al mismo tiempo soy esperanzado, porque ese pesimismo no me lleva a cruzarme de brazos, sino que me induce a actuar, y la acción es ya de por sí una respuesta al pesimismo ambiente. Coincido con Antoni Gramsci cuando habla del pesimismo de la razón y del optimismo de la voluntad, y con José Carlos Mariátegui, que se refiere al pesimismo de la realidad y el optimismo de la acción.”

Calificar hoy a una persona de utópica no es, precisamente, un halago, y menos aún el reconocimiento de un valor o de una cualidad encomiable. “Muy al contrario: es una descalificación en toda regla. Es como llamarla ingenua, no tener sentido de la realidad, vivir colgada de las nubes sin hacer pie en la realidad, ser una ilusa, y otras lindezas similares. Las personas y los proyectos utópicos, así como los movimientos sociales críticos con la globalización neoliberal, las organizaciones alterglobalizadoras que luchan por otro mundo posible, sufren hoy un clamoroso e inmerecido destierro, similar al de los poetas en la República de Platón, que eran expulsados de la ciudad ideal porque eran meros imitadores y no alcanzaban la verdad”.

Tamayo quiere vivir utópicamente, “sin renunciar a los sueños, sobre todo a los sueños despiertos”. Pese a su fama y prestigio entre los pensadores de todas las religiones, ha sufrido no pocos disgustos a lo largo de su vida académica. Su primer libro, Iglesia popular. Por una Iglesia del pueblo, fue secuestrado en 1976 por orden del Tribunal de Orden Público (TOP). La Conferencia Episcopal Española, entonces un poder fáctico, lo consideraba insultante pese a no contar más que verdades como puños; y en 2002, la Pontificia Congregación para la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el siniestro Santo Oficio de la Inquisición, y su equivalente en la Conferencia Episcopal Española, condenaron sin contemplaciones su libro Dios y Jesús. El horizonte religioso de Jesús de Nazaret.

Desde entonces es oficialmente un hereje, según los obispos, y uno de los teólogos más famosos, según los cristianos de bases. Pese a su disgusto, pues sigue considerándose un teólogo católico, creyente y practicante, se toma con ironía la situación. Dice: “Dos pensadores de orientación religiosa tan divergente como Pablo de Tarso y Ernst Bloch convienen en la necesidad de la herejía. Interpreto que es la herejía de la esperanza. Pablo de Tarso afirmaba: «oportet haereses ese”, que suele traducirse como “conviene que haya disensiones» para que resplandezca la verdad; y Ernst Bloch escribe en el frontiscipio de su libro El ateísmo en el cristianismo: «Lo mejor de las religiones es que produce herejes». Efectivamente, así ha sido históricamente: la heterodoxia religiosa en el terreno doctrinal ha dado lugar a las grandes revoluciones”.

Juan G. Bedoya

Publicado en el diario “El País”, el 25 de abril de 2018

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San Fidel de Sigmaringa: 24 de Abril

Nació en Sigmaringa (Suabia, Alemania) el año 1578, en tiempos agitados por la Reforma protestante. Fue un joven de vida intachable, que estudió filosofía y derecho en Friburgo de Brisgovia con excelentes resultados. Ejerció luego la abogacía con tal amor a la justicia y a los más indefensos, que le dieron el sobrenombre de «abogado de los pobres». En 1612 recibió la ordenación sacerdotal y poco después ingresó en los capuchinos. Fue un predicador incansable entre los católicos y los hermanos separados en los diversos cantones de Suiza y Suabia. Por su gran actividad misionera, la Congregación de la Propagación de la Fe, recién creada, le encargó fortalecer la fe católica en Suiza. Los herejes se conjuraron para acabar con su vida y lo asesinaron el 24 de abril de 1622 en Seewis (Suiza), donde lo habían invitado a predicar. Lo canonizó Benedicto XIV en 1746.

Oración: Señor Dios, que te has dignado conceder la palma del martirio a san Fidel de Sigmaringa cuando, abrasado en tu amor, se entregaba a la propagación de la fe, concédenos, te rogamos, que arraigados, como él, en el amor, lleguemos a conocer el poder de la resurrección de Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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San Conrado de Parzham: 21 de abril

Nació en Parzham (Baviera, Alemania) el año 1818, en el seno de una familia labradora acomodada y piadosa. Fallecidos los padres, su numerosa prole siguió trabajando el campo y llevando una vida intensamente religiosa. Conrado, después de una juventud ejemplar, a los 33 años repartió sus bienes a los pobres y a la parroquia e ingresó en la Orden capuchina, en la que hizo su profesión como hermano lego el año 1852. Luego, durante más de cuarenta años ejerció el oficio de portero en el convento de Altötting (Baviera), célebre santuario mariano, donde murió el 21 de abril de 1894. En su humilde oficio ejerció un gran apostolado, supo armonizar laboriosidad y vida de oración, ayudó, edificó y confortó a cuantos se acercaban a la portería, en los que alimentaba el amor a Dios y la devoción a la Eucaristía y a la Virgen que él les profesaba desde niño.

Oración: Dios de bondad, que abriste las puertas de tu misericordia a los necesitados por medio de san Conrado, te rogamos nos concedas imitarle en el servicio a nuestros hermanos los hombres, y seguir el ejemplo de su sencillez. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Ante la indiferencia religiosa de los jóvenes

Los obispos, “perplejos” ante la indiferencia religiosa de los jóvenes

El cardenal Blázquez califica la escasez de vocaciones de “penuria seria e indigencia básica”


Los obispos iniciaron en la mañana de este lunes su asamblea de primavera encerrados en sí mismos, sin referencia alguna a las vicisitudes en que está sumida la sociedad española. Es lo que se deduce del discurso inaugural de su presidente, el cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, centrado en los problemas internos, fundamentalmente en la escasez de vocaciones sacerdotales y en el “enfriamiento” de la fe entre los jóvenes. ¿La Iglesia es para ellos indiferente e irrelevante?”, se ha preguntado el líder episcopal. En 2017 se ordenaron 109 sacerdotes en los seminarios españoles, frente a los varios miles que lo hacían hace décadas. Es «el invierno eclesial» al que se refería el cardenal Antonio María Rouco hace un lustro. Blázquez habla ahora de “penuria seria”, incluso de “indigencia básica”. Añade: “Si hace varios decenios la abundancia era extraordinaria, actualmente la escasez es también extraordinaria. Aquella abundancia impulsó a la construcción de muchos seminarios, que poco tiempo más tarde no fueron necesarios”.

Es el tema principal de una semana que los prelados españoles, en activo y eméritos, dedican a analizar sus problemas de apostolado, que su líder califica como “fuente de inquietudes y sufrimiento”. En primer lugar, alude al “ambiente”, que Blázquez califica como “debilidad de fondo”. Frente a la abundancia del pasado, la penuria actual se prolonga más allá de lo que los obispos suponían hace años. La plenaria se produce una semana después de que el Tribunal Constitucional haya avalado la ley educativa del Gobierno de Mariano Rajoy, que facilita a los prelados, con dinero público (en torno a 700 millones cada año), todo tipo de privilegios para enseñar catolicismo en las escuelas, con una asignatura llamada de “Religión y Moral cristiana” que cuenta para la nota media y para obtener becas.

La crisis eclesiástica, muy profunda, se refleja en la propia cúpula eclesiástica. La Iglesia romana tiene en España 10 cardenales, 17 arzobispos, 74 obispos diocesanos y 17 prelados auxiliares, de los que 35 tienen más de 80 años y los que siguen en activo superan una media de edad de 65. “Las consecuencias de esta carestía larga y dura, es decir, el descenso del número de presbíteros y su media de edad cada vez más alta, nos puede acechar la tentación de cubrir la falta de vocaciones con soluciones improvisadas y atajos arriesgados”, advierte Blázquez. Se refiere a la tentación de relajar “el marco de preparación para el ministerio, en ocasiones insatisfactorio”. El número de seminaristas es muy reducido, descendiente cada año, pero también escasean los profesores dedicados a su formación.

La Conferencia Episcopal lleva tiempo intentado descubrir las causas y las circunstancias de la crisis de vocaciones. Los obispos están perplejos, en palabras de Blázquez. “En un tiempo pensamos que la crisis de seminarios podía proceder de la crisis de sacerdotes, ya que nos vimos inmersos en perplejidades sobre el sentido del ministerio que condujeron junto con otras causas a numerosas secularizaciones”. Pendiente de las reflexiones que realicen los obispos esta larga semana de reuniones y debates, hasta concluir el próximo viernes, Blázquez fue muy duro con la tarea episcopal. “Quizá más que crisis de vocaciones podría tratarse de una crisis de convocantes”, sentenció.

La asamblea plenaria elegirá a los prelados que van a participar en el Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes convocado por el papa Francisco para el próximo otoño. Blázquez dedicó buena parte de su discurso al tema, interrogándose por los motivos de la indiferencia religiosa entre la juventud. “¿Qué buscan los jóvenes? ¿Por qué, sin motivo personal conocido, se distancian de la participación en la vida de la Iglesia y se colocan silenciosamente como al margen, de ordinario sin agresividad? ¿La Iglesia es para ellos indiferente e irrelevante? ¿Están convencidos de que poco o nada pueden esperar de ella? ¿Son los jóvenes como un sismógrafo que detecta los movimientos subterráneos de la historia?”

Fueron algunas de sus preguntas. El Vaticano tiene en su poder el resumen de las respuestas ofrecidas en una encuesta realizada en el orbe católico, también en España. El documento final, elaborado por 300 jóvenes reunidos en Roma del 19 al 25 de marzo, será una de las bases de debate en la Asamblea del Sínodo de los Obispos de octubre. Por España participaron los jóvenes Javier Medina (Valencia) y Cristina Cons (Santiago de Compostela).

Juan G. Bedoya

Publicado en «El Pais», 16 de abril de 2018.

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