Cita de San Francisco

«Tanto sabe el hombre -decía Francisco- cuanto obra; y tanto sabe orar un religioso, cuanto practica» (LP 105)»

Cita que aparece en la cabecera del Blog.

[Extraido de la obra de J. Antonio Merino:  Humanismo Franciscano. Franciscanismo y mundo actual. Ediciones Cristiandad, 1982. pag. 62]

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El colegio de ANTEQUERA

… Al día siguiente,  una vez terminada la misa, diaria y obligatoria, celebrada en la capilla del colegio, asistí a mi primera clase. Fue de gramática. Doce alumnos empezábamos  el primer curso. El profe­sor, llamado Jaime, era castellano viejo, de Villamorisca, un pequeño pueblo leonés. Sorprendido por su perfecta vocalización, a partir de esta clase empecé a tomar conciencia de que tendría que ir corrigiendo mi pronunciación andaluza. Este profesor, capuchino, desempeñaba además, el cargo de director del colegio,  cargo que conllevaba la conveniencia de dormir en el dormitorio común (una mampara de albañilería separaba su pequeña celda-habitación de nuestras camas ), y de comer la misma comida y en el mismo refectorio que los alumnos. Como uno de los recién llegados se le quejase durante el recreo del desagradable olor que había dejado en el escusado el anterior usuario, recibió la siguiente respuesta del director: «Lo que hubiera sido milagroso es que hubiese dejado tras de sí olor a rosas”. Respuesta que tuve muy en cuenta a partir de ese día cada vez que hube de entrar en tan reservado lugar. Y lección aprendida: abstenerme de protestar por cosas que son inevitables y lógicas. El incorrecto uso de la expresión “o sea” formaba parte de las costumbres que traía del pueblo el re­ferido quejitas, Así “a las cinco, o sea,  a las seis”, te respondía si le preguntabas a qué hora íbamos a merendar.

Mediada la mañana. Bajábamos al salón de actos, para la clase de música, que impartía, el P. Patricio. Éste, más bien bajo y como de 35 años. se comportaba como un compañero, más que como un superior. En el espacioso salón de actos, de una de cuyas paredes colgaban cuadros con motivos relacionados con el descubrimiento de América, se estaban llevando a cabo diversas actividades culturales y artísticas. Un grupo de alumnos de los cursos 3º y 4º ensayaban el primer acto deLa venganza de Don Mendo” de Muñoz Seca, en el escenario levantando al fondo del salón. Anteriormente, formando un bien conjuntado coro, habían repasado uno de los motetes que cantarían el próximo 4 de Octubre, día de San Francisco, que empezaba así:

¡Oh gloria de Asís, serafín del amor

Cuán dichoso sois,

Con vuestro pecho herido de amor de Dios!

Finalizada la clase de música con la audición de una pavana (creo que de Ravel) en la pianola, seguida de una interpretación musical ejecutada por el P. Patricio en uno de los dos pianos.

Durante la comida, los colegiales, la mayoría de los cuales procedían del medio rural, leían en voz alta desde una pequeña tarima instalada en el centro del comedor, exponiendo a continuación un breve resumen de lo leído, hasta que el director indicaba que continuara el siguiente. Esta medida que perseguía el que fuésemos habituándonos a expresarnos en público, se complementaba con clases de mímica y de dicción. Me impresionaron las duchas con agua caliente, el gran patio porticado, el grandísimo refectorio y, sobre todo, el dormitorio, una enorme nave rectangular con las camas dispuestas en batería a uno y otro lado, cuyos ventanales daban a un granja de aves. Durante las noches de la feria de Antequera, penetraba por aquellas entreabiertas ventanas la música lejana de tiovivos y verbenas. Asocio a aquellas noches veraniegas la inconfundible voz de Juanito Valderrama cantando “El emigrante”.

No había terminado de asentar bien los pies, de tomar el terreno, cuando llegaron, caso sorpresivamente, las vacaciones  de Navidad. De aquellos días recuerdo el largo paseo a una finca boscosa en busca de musgo y de lentisco para el nacimiento que montábamos en el salón de actos; los mantecados,  los polvorones y alfajores antequeranos, y las audiciones musicales en las que, a través de placas de pizarra colocadas en una gramola manual, escuchaba por primera vez “Para Elisa” de Beethoven  y el «Ave Maria» de Schubert. Y «Boquerón de plata», un pasadoble que no he vuelto a oír. Estas audiciones informales, de libre asistencia, tenían lugar en el aula grande, la más alejada del salón de estudios, en la que se impartían las clase de matemáticas y de griego durante los días lectivos.

[Extraido del Libro de José Avila García «Montefrío, años cuarenta».]

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¿Crisis religiosa debida a los cambios socioculturales del momento?

Los profundos cambios socioculturales que se están produciendo en nuestros días y la crisis religiosa que sacude las raíces del cristianismo en occidente, nos han de urgir más que nunca a buscar en Jesús la luz y la fuerza que necesitamos para leer y vivir estos tiempos de manera lúcida y responsable.
Llamada al realismo. En ningún momento augura Jesús a sus seguidores un camino fácil de éxito y gloria. Al contrario, les da a entender que su larga historia estará llena de dificultades y luchas. Es contrario al espíritu de Jesús cultivar el triunfalismo o alimentar la nostalgia de grandezas. Este camino que a nosotros nos parece extrañamente duro es el más acorde a una Iglesia fiel a su Señor.
No a la ingenuidad. En momentos de crisis, desconcierto y confusión no es extraño que se escuchen mensajes y revelaciones proponiendo caminos nuevos de salvación. Éstas son las consignas de Jesús. En primer lugar, «que nadie os engañe»: no caer en la ingenuidad de dar crédito a mensajes ajenos al evangelio, ni fuera ni dentro de la Iglesia. Por tanto, «no vayáis tras ellos»: No seguir a quienes nos separan de Jesucristo, único fundamento y origen de nuestra fe.
Centrarnos en lo esencial. Cada generación cristiana tiene sus propios problemas, dificultades y búsquedas. No hemos de perder la calma, sino asumir nuestra propia responsabilidad. No se nos pide nada que esté por encima de nuestras fuerzas. Contamos con la ayuda del mismo Jesús: «Yo os daré palabras y sabiduría». Incluso en un ambiente hostil de rechazo o desafecto, podemos practicar el evangelio y vivir con sensatez cristiana.
La hora del testimonio. Los tiempos difíciles no han de ser tiempos para los lamentos, la nostalgia  o el desaliento. No es la hora de la resignación, la pasividad o la dimisión. La idea de Jesús es otra: en tiempos difíciles «tendréis ocasión de dar testimonio». Es ahora precisamente cuando hemos de reavivar entre nosotros la llamada a ser testigos humildes pero convincentes de Jesús, de su mensaje y de su proyecto.
Paciencia. Ésta es la exhortación de Jesús para momentos duros: «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». El término original puede ser traducido indistintamente como «paciencia» o «perseverancia». Entre los cristianos hablamos poco de la paciencia, pero la necesitamos más que nunca. Es el momento de cultivar un estilo de vida cristiana, paciente y tenaz, que nos ayude a responder a nuevas situaciones y retos sin perder la paz ni la lucidez.
José Antonio Pagola

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La verdad sigue escandalizando

LA ORACIÓN QUE CAUSÓ CONTROVERSIA

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Villancicos de entonces

O Little Town Of Bethlehem.

Silent Night.

Adeste fideles.

Pampanitos verdes.

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