En un reciente viaje realizado a Ronda y entre una de las visitas programadas para conocer la ciudad, me encontré con el Santuario de la Virgen de la Paz, patrona de Ronda, llevándome la grata sorpresa de que la plaza en la que está ubicado el Santuario, en el corazón del casco histórico rondeño, está dedicada al Beato Diego José de Cádiz, y aún más, que en el camarín de la Virgen se encuentran, en una urna, los restos del beato. Y aquí no acaba la cosa, pues en dicha plaza se encuentran, además de una estatua erigida en honor del beato, el colegio del Sagrado Corazón, regido por la congregación de las Esclavas y que fue fundado por el beato Marcelo Espínola en el año 1.893 y, frente al santuario, la casa propiedad de la familia Álvarez/Cascos, en cuyo interior, murió el siervo de Dios Fray Diego José de Cádiz.
Confieso que me sentí desbordado por tantas y felices coincidencias. Por ello no dudé en que tendría que compartir este descubrimiento, que seguro que muchos conocerán, pero que otros desconocíamos hasta ese momento. Me propuse hacer un reportaje de dicha visita y aquí está: aprovecho para exponer una breve reseña de lo que significó para su tiempo el Beato Diego José de Cádiz, y os presento un reportaje gráfico del entorno de dicha plaza.
Breve reseña:
José Francisco López-Caamaño y García Pérez nació en Cádiz el 30 de marzo de 1743, adonde sus padres se habían desplazado desde Ubrique donde residían, en busca de mejores médicos ante el peligro de que al dar a luz al niño pudiera morir su madre, ya que los dos primeros partos no habían sido fáciles.
Ingresó en la Orden Capuchina a los 14 años, tomando el hábito el 12 de noviembre de 1757 en el Convento de Sevilla, cambiando el nombre, como es costumbre en la Orden, por el de Diego José de Cádiz.
Recibió la ordenación sacerdotal el 13 de junio de 1766 a los 23 años en la Iglesia Prioral de Santa María, en Carmona, de manos del Obispo de Gádara, auxiliar de Sevilla, don Domingo Pérez de Rivera.
Dotado de cualidades extraordinarias para la oratoria llevó a cabo misiones populares, desde 1771 hasta los 58 años en que murió, por Andalucía, Cataluña, Aragón, Valencia, Castilla, Asturias, Galicia, Extremadura, León, predicando en todos los pueblos al paso; y no es extraño encontrarse aún hoy en algún pueblo con el lugar que recuerda donde el fervoroso capuchino predicó la palabra de Dios ante un gran auditorio. Enorme era la conmoción popular que se experimentaba con su predicación. No sólo promovía profunda renovación en la vida religiosa y moral, sino que repercutía también en la vida pública. Fomentaba la religiosidad popular celebrando procesiones de penitencia y rosarios públicos.
Promovió los ejercicios espirituales como medio de renovación del pueblo cristiano, que se difundieron entre el clero secular y regular, e incluso entre seglares.
El gran erudito español, Marcelino Menéndez y Pelayo, hace del beato Diego José de Cádiz la figura más representativa de la oratoria religiosa de España después de san Vicente Ferrer y san Juan de Avila. Está considerado como el gran apóstol de la Divina Pastora, mereciendo ser llamado “el segundo padre de la devoción”, tras Fray Isidoro de Sevilla.
Propuesto para varios obispados entre ellos Mondoñedo, Cádiz, etc., renunció humildemente a ellos; a pesar de su renuncia volvieron a instar al Rey le concediese otro obispado y Carlos III contestó: «dejadlo defraile que así lo tendremos de Obispo de toda España».
Los superiores, viéndolo delicado de salud, le enviaron a Ronda donde era muy querido de todo el pueblo, con la esperanza de que los aires de la serranía le hicieran bien. Entretanto el cólera hacía estragos en toda Andalucía.
Murió en Ronda el día 24 de marzo de 1801 a los 58 años víctima del cólera, concediéndosele el favor de ser enterrado a los pies de la imagen de Ntra. Señora de la Paz, Patrona de Ronda. Estuvo expuesto su cadáver varios días y era tal la afluencia de todos los pueblos limítrofes y de todas las clases sociales que tuvo que intervenir la tropa para evitar los atropellamientos de las multitudes en sus funerales y entierro.
La muerte del Beato tuvo tal resonancia en España que en todas las Catedrales se le hicieron funerales; en todos los Conventos de su Orden, en las Universidades, Maestranzas, Ayuntamientos, etc., hasta la Gaceta Oficial dio la noticia ensalzando sus virtudes y su vida apostólica.
Los continuos milagros, curaciones y favores, obligaron a incoar el proceso de Beatificación pedido por todos. Se empezó el proceso en 1825 y se terminó en 1858 presentado en Roma. El Papa León XIII lo beatificó en 1894.
Reportaje gráfico:
Antonio Granados Moreno.
Qué completo y qué precioso te ha salido este reportaje sobre nuestro beato Diego y la ciudad de Ronda. Efectivamente, para Menéndez y Pelayo, Fray Diego de Cádiz fué el personaje más popular del siglo XVIII.
Un abrazo