In memoriam Fray Miguel de Cantillana

Fray Miguel de Cantillana (Miguel de las Heras Burgos): “pastoreño”  de pura cepa (ser “pastoreño” en Cantillana (Sevilla) no es solamente pertenecer a la Hermandad de la Divina Pastora como sociedad de fieles, es mucho más: es devoción, identidad social, tradiciones, cultura y pasión. La pasión por la Pastora divina a lo largo de todo el año).

¿Por qué capuchino? ¿Por su devoción a la Divina Pastora? Sobre todo por esa devoción, pero además porque un día oyó la predicación de un capuchino, el P. Serafín de Ausejo, en una ocasión singular: el traslado de los restos del gran místico franciscano Fray Bernardino de Laredo a la iglesia parroquial de Cantillana.

El joven de 18 años Miguel de las Heras que escuchaba atento el panegírico, se decidió a hablar con el fraile…y todo vino rodado, unos meses después ya era postulante en Sanlúcar de Barrameda.

Dos años de postulantado, y sigue nuestro joven en Sanlúcar un año de noviciado con el austero P. Pedro de Málaga (1957); profesión temporal (1958) y lo trasladan a Sevilla donde emite en 1961 la profesión perpetua. Desde entonces Fray Miguel recorre los conventos de la Provincia como hortelano, cocinero, sacristán y enfermero.

Fray Miguel de Cantillana vivió en nuestro convento de Jerez, su último destino, cuidado por Fray Antonio Castroviejo, y murió en el nuevo Hogar de Fray Leopoldo de Granada.

Sus familiares, como era de esperar, se llevaron sus restos mortales para darles sepultura muy cerca de su Divina Pastora.

Fray Fernando Linares

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Santa Clara de Asís

Nació en Asís (Italia) el año 1193 en el seno de una familia noble. Cuando san Francisco se convirtió a Dios y empezó a predicar, Clara lo escuchaba a gusto y se entrevistaba con él en secreto. La noche del Domingo de Ramos de 1211 ó 1212, Clara abandonó la casa paterna y se consagró a Dios en la Porciúncula en manos de Francisco. Acto seguido la acompañaron al monasterio de benedictinas de San Pablo de Bastia, de donde pasó más tarde a la iglesia del Santo Ángel de Panzo y luego a San Damián. Pronto la siguieron otras jóvenes, y con ellas, bajo la guía de Francisco, se formó en San Damián, a las afueras de Asís, la comunidad que se convertiría en la Orden de las Clarisas. Allí vivió Clara encerrada, en pobreza, oración y caridad, más de cuarenta años, gran parte de los cuales estuvo postrada en cama. Fue la madre y formadora, con su ejemplo y su palabra, de una gran familia monástica, parte esencial del carisma franciscano. La víspera de su muerte tuvo la alegría de ver aprobada por el Papa su Regla propia. Murió en San Damián el 11 de agosto de 1253, y la canonizó Alejandro IV el 15 de agosto de 1255.

Oración: Oh Dios, que infundiste en santa Clara un profundo amor a la pobreza evangélica, concédenos, por su intercesión, que, siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu, merezcamos llegar a contemplarte en tu reino. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Santiago Agrelo, Arzobispo de Tanger, ante la inmigración

“El miedo al emigrante da votos, y los votos son poder” (Santiago Agrelo, franciscano, Arzobispo de Tanger)

El prelado gallego es muy crítico con la política migratoria basada en el control de fronteras. «Identificar inmigrantes con delincuentes es una afirmación interesada. Es un procedimiento infame, miserable, despiadado, nauseabundo..»

El arzobispo de Tánger (Marruecos), el español, Santiago Agrelo.

«Las concertinas son la evidencia de que las fronteras son más importantes que las personas»

«Es escandaloso que los cristianos hayamos armonizado tranquilamente comulgar con Cristo y dejar morir a los pobres, honrar crucifijos –colgarlos en las paredes– y crucificar cristos –ahogarlos en el mar o martirizarlos en todos los caminos–». El arzobispo de Tánger, el español Santiago Agrelo, publicaba hace pocos días esta frase en Twitter. El prelado gallego es uno de los más críticos con la política migratoria basada únicamente en el control de fronteras, las concertinas y el odio al extranjero, y también con aquello que, desde la emisora de los obispos españoles, jalean la idea del miedo al extranjero. Hablamos con él.

¿Hasta dónde hemos llegado para que políticos que se autoproclaman como católicos como Salvini en Italia o Pablo Casado en España practiquen políticas de odio y rechazo al inmigrante?

No me compete el juicio sobre las personas, pero sí el análisis de los hechos: es una constante en la historia del cristianismo, que, si el evangelio se lee desde los intereses del poder y no desde las necesidades de los pobres, se traiciona, se pervierte, y se hace escándalo lo que nació como salvación para los pobres. Lo normal, lo inevitable, es que el maridaje evangelio-poder sea una conformidad de conveniencia: ‘París bien vale una misa’. Mi comentario en Twitter tenía como trasfondo un hecho que me resulta escandaloso, repugnante e indignante: la misma persona que a los barcos de las ONG, con su carga de cristos vivientes, les impide acercarse a puertos italianos, a renglón seguido pretende honrar por decreto a Cristo colgando crucifijos en los edificios públicos del país. Esa es una incoherencia blasfema: Cristo no vino al mundo para sí mismo sino para los pobres.

¿Corremos el riesgo, en Europa, de que se exporten estas políticas xenófobas? ¿Existe un odio al inmigrante en Europa?

Todavía no se ha llegado a la situación de decir: ‘negros no’. No se exhiben todavía las esvásticas. Todavía le hacemos al pudor la concesión de asegurar que no somos racistas. Pero lo que ya nadie esconde, lo que ya exhibimos, cultivamos y exportamos es el miedo, la desconfianza. En el lenguaje de la política y en el de la comunicación, de manera continuada y falaz se presenta al emigrante como peligroso, como una amenaza para nuestro bienestar, para nuestra seguridad, para nuestro futuro. Para el lenguaje habitual no hay emigrantes sino delincuentes, asaltantes, violentos, mafiosos, narcotraficantes… Si no se nos hubiese alertado, diría que exhibimos, cultivamos y exportamos miedo al extranjero, miedo al gitano, miedo al musulmán, miedo al desconocido… Pero alguien, creo que con mucha razón, dijo que «sólo tenemos miedo a los pobres”, y creó la palabra para designar ese miedo: «aporofobia”. Y esa fobia se exporta hacia todos los puertos posibles. De ese miedo al pobre son víctima en primer lugar los emigrantes. Y entre el miedo y el odio yo no sabría medir qué distancia hay, pero se me antoja que es muy poca.

El nuevo líder del PP ha señalado que llegan a España «millones de inmigrantes”. ¿Es esto real?¿Es cierto el bloqueo en la frontera sur? ¿Hay un efecto llamada?

Yo no sé cuántos emigrantes han llegado a España en los últimos 50 años, como no sé cuántos españoles, en esos mismos años, han salido de España. Sé que la humanidad se mueve. Creía saber que emigrar era un derecho fundamental de toda persona humana, pero evidentemente estaba equivocado: Emigrar es privilegio de algunos y no derecho de todos.

Sobre esos ‘millones de emigrantes’ que supuestamente van a llegar a España, se sugiere que aquí no hay sitio para todos, que vienen a comerse nuestro pan, a llevarse por delante el estado de bienestar, la seguridad, la tranquilidad, el dinero de las pensiones… lo mismo que se puede decir que vienen a multiplicar nuestro pan, a garantizar la sostenibilidad de nuestra forma de vida y el fondo de las pensiones. Tengo que preguntarme por qué los políticos, teniendo claro que la emigración es un derecho universal, la presentan como una amenaza y gastan miles de millones de euro en impedirla. Y sólo encuentro una respuesta plausible: el miedo al emigrante da votos, y los votos son dinero, son futuro, son poder.

Si en la sociedad hubiese una conciencia acogedora con los emigrantes, los políticos tendrían otro lenguaje y propondrían otras opciones. Pero más allá de eso, la impermeabilización de las fronteras, por sí misma, es otro gran negocio, un pozo sin fondo de recursos humanos y económicos: miles de millones de euros para países a los que se contrata como gendarmes externos de las fronteras de Europa. Me pregunto qué hubiera pasado si esos recursos hubiesen sido empleados en acoger emigrantes y no en rechazarlos.

Santiago Agrelo, Arzobispo franciscano.

Usted se muestra muy crítico con las concertinas y otros medios para frenar la llegada de inmigrantes. ¿Qué suponen estas concertinas? ¿Qué efecto producen en las personas que quieren llegar hasta Europa?

Las concertinas son la evidencia de que las fronteras son más importantes que las personas. A la integridad de la frontera se sacrifica la integridad de la persona. En nuestras sociedades la persona ha dejado de ser un valor absoluto para ser objeto de transacción, según la conveniencia de unos y otros. Detrás de las concertinas está la idea de que nosotros somos los dueños de una mercancía llamada emigrantes: los traemos, los llevamos, los utilizamos, los explotamos económicamente, sexualmente, los desechamos y ¿por qué sencillamente no matarlos? Ya me han llegado mensajes que van en esa dirección.

Las concertinas suponen una degradación del ser humano a la condición de animal peligroso del que hay que protegerse; son una trampa en la que desearíamos quedasen atrapados todos esos indeseables que intentan acercarse a nosotros. Las concertinas son la evidencia de la manipulación política y mediática a la que está sometida la sociedad, una sociedad que jamás permitiría esas trampas para un animal, y que se queda del todo indiferente, si no es que aplaude, cuando esas trampas se utilizan para atrapar a jóvenes en busca de futuro.

Usted ha visto morir y ha tenido que enterrar a muchos inmigrantes. ¿Qué siente cuando ve por televisión, o escucha en la radio, que personas mueren ahogadas porque nadie las rescata?

No es fácil dar nombre a los sentimientos, porque se mezclan muchos en el mismo momento. Horror, porque me veo a mí mismo en cada emigrante que se ahoga; no puedo evitarlo, y es un sentimiento que va más allá del tiempo de una notica: ese horror se queda conmigo. No me pidas que describa lo que siente una persona que ha luchado por vivir, por sobrevivir, por todo, y que se ve morir porque otros, supuestamente humanos, supuestamente cristianos, le han cerrado el paso en el camino de la vida. Decepción, frustración, dolor… me pregunto con angustia si para el emigrante que se ahoga todavía será posible la fe, si todavía será posible el abandono en el amor del que hemos nacido. Es intolerable que un muerto rico sea importante y mil muertos pobres no importen a nadie.

Algunos suelen identificar a los inmigrantes con delincuentes. ¿Qué hay detrás de esa afirmación?

Es una afirmación interesada, como lo era la del nazismo que presentaba a los judíos como enemigos del pueblo alemán. Es el mismo procedimiento infame, miserable, despiadado, nauseabundo, que busca deformar al hombre en monstruo, para que lo despreciemos, lo temamos y lo eliminemos. Jamás permitirías que a tu hermano o a tu hijo o a tus amigos se les condenase al hambre, a la mendicidad, a la intemperie o a la muerte. No permitirías siquiera que eso se hiciese con tu mascota. Es esta crueldad infame de los nombres lo que explica que los emigrantes mueran a millares y que la sociedad permanezca indiferente o lo encuentre normal.

¿Cuál debe ser el papel de la Iglesia, el que propugna el Papa Francisco o el que se defiende desde los foros católicos más reaccionarios?

Llevar al ámbito de la Iglesia la reflexión sobre los comportamientos con los emigrantes es llevarla al ámbito de la fe en Cristo Jesús. Muy lamentablemente, a fuerza de poner la mirada en el más allá, nos hemos olvidado demasiado del más acá, y cuando nos fijamos en éste, la mirada ha sido increíblemente selectiva: hemos dedicado más tiempo a las alcobas que al comedor. Ni un solo cristiano aceptaría un sufrimiento en la frontera si no hubiese olvidado que en la frontera sufre Cristo en quien cree y a quien ama. Y la responsabilidad de ese olvido blasfemo la tenemos sobre todo los pastores, los predicadores, los maestros. En una homilía, en una tertulia radiofónica, en una conversación, una sola palabra de comprensión o de justificación del sufrimiento de los pobres, es una palabra de condena que pronunciamos sobre el cuerpo de Cristo. No puedo olvidar, sin embargo, que cuando condeno al pobre, me condeno a mí mismo.

Jesús Bastante

(04 ago 2018, publicado en el «eldiario. es«)

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Protegido: In memoriam Antonio Arellano

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Fallecimiento de Antonio Arellano Guirado

Nuestro querido compañero Antonio Arellano Guirado ha fallecido en Málaga el día 21 de Julio. Toda la familia capuchina y miembros de la Asociación  nos unimos al dolor de sus familiares y elevamos al Cielo una plegaria por el eterno descanso de su alma. 

Nuestro querido compañero ingresó en el Seminario Seráfico en 1952. Fue un participante habitual, junto a su esposa, en los Encuentros de la Asociación de Antiguos Alumnos.

Descanse en paz.

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San Lorenzo de Brindis

Nació en Brindis (Italia) el año 1559. Ingresó en la Orden de los Capuchinos y estudió en Padua. Fue una persona superdotada a quien Dios concedió cualidades intelectuales extraordinarias. Infatigable y elocuente predicador por varias naciones de Europa, docto profesor de sus hermanos, escritor erudito, ocupó, además, todos los cargos en su Orden, incluso el de Ministro general, y desempeñó graves y delicadas misiones diplomáticas por Europa. De carácter sencillo y humilde, cumplió fielmente todas las misiones que se le encomendaron, como la defensa de la Iglesia ante los turcos que intentaban dominar Europa y la reconciliación de príncipes enfrentados. En su vida de piedad se distinguió por la fervorosa celebración de la misa y por su filial devoción a la Virgen. Murió el 22 de julio de 1619 en Lisboa, adonde fue a tratar con Felipe III de la paz en Nápoles. Por su conocimiento profundo de la Palabra de Dios, del que dejó testimonio en sus escritos y en los púlpitos, Juan XXIII le dio en 1959 el título de «Doctor Apostólico».

Oración: Oh Dios, que para gloria de tu nombre y salvación de las almas otorgaste a san Lorenzo de Brindis espíritu de consejo y fortaleza, concédenos llegar a conocer, con ese mismo espíritu, las cosas que debemos realizar y la gracia de llevarlas a la práctica después de conocerlas. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Canonización de San Francisco de Asís

San Francisco murió al atardecer del 3 de octubre de 1226. Su fama de santidad era notoria en toda la Iglesia y los milagros se fueron multiplicando. Cumplidos todos los requisitos canónicos previos, el papa Gregorio IX decretó la canonización. Para llevarla a cabo se trasladó personalmente a la ciudad de Asís y el domingo 16 de julio de 1228, en medio de unos solemnísimos actos, inscribió a Francisco en el catálogo de los santos.

Oración: Dios todopoderoso, que otorgaste a nuestro Padre san Francisco la gracia de asemejarse a Cristo por la humildad y la pobreza, concédenos caminar tras sus huellas, para que podamos seguir a tu Hijo y entregarnos a ti con amor jubiloso. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

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Muere Luis Rodríguez García

Ha fallecido en el día de ayer, 10 de Julio, nuestro antiguo compañero en el Seminario de Antequera y Noviciado, Luis Rodríguez García, de Sevilla, a la edad de 65 años, después de una larga enfermedad que se había acentuado en los últimos días.

Fue concejal de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba como político independiente en la candidatura de Izquierda Unida a la Alcaldía de Córdoba en el 2003.  Fue nombrado cuarto Teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Córdoba y delegado de Cultura, con Rosa Aguilar primero y Andrés Ocaña después como alcalde.

Doctor en Filología Inglesa, en su actividad laboral, centrada en la docencia, destacan su cargos de director del I.E.S. Gran Capitán y como decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba (2000-2003).

Descanse en paz nuestro querido compañero.

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La hora del papa Francisco

La transformación emprendida por el Pontífice, camino de los 82 años, se encuentra en un momento decisivo que determinará el éxito de su Papado y la herencia que deja

El papa Francisco en la plaza de San Pedro

Hace algunas semanas, el papa Francisco terminó una de sus misas matinales en Santa Marta y, al salir, cruzó dos palabras con un consejero cercano. La pregunta era más bien rutinaria. La respuesta fue sincera.

—¿Todo bien, Santidad?

—Mucha presión—, resopló Jorge Mario Bergoglio.

El pontificado del papa Francisco atraviesa una fase decisiva. Después de cinco años y medio intensos, algunas de sus grandes reformas han encallado o se encuentran despegando. La transformación económica, la estrategia de comunicación del Vaticano, la lucha contra los abusos o la reformulación de la curia han dado resultados dispares. La euforia inicial ha remitido, y también parte del eco mediático. Pronto tocará renovar el impulso reformista con nombramientos de cargos relevantes aún pendientes en la Secretaría de Estado, en el Consejo de Asesores (C9) y en puestos estratégicos del área económica. En junio ha proseguido la acelerada configuración de un colegio cardenalicio cada vez más a su medida, donde los purpurados que ha nombrado ya superan al resto. Pero las voces críticas no cesan. Son sectores conservadores. Pocos y muy localizados, principalmente en el área estadounidense, señalan fuentes de su entorno. “Ahí la derecha está organizada y tiene dinero”, apunta un veterano cardenal. Son voces persistentes, agresivas y, según alguna de la media docena larga de fuentes consultadas, ya piensan en el sustituto de Francisco.

El ala ultra entra a matar. Considera que Bergoglio, de 81 años, no ha actuado hasta ahora como corresponde a un Pontífice. El periódico conservador Il Tempo tituló la semana pasada a cinco columnas y con gran entusiasmo tipográfico: “Habemus Papa”. Una ironía surgida de un discurso en el que el actual jefe de la Iglesia comparó el aborto por causas médicas (malformaciones, enfermedades…) con las prácticas nazis para conservar la pureza de la raza. En el mismo sermón, subrayó también que una familia la forman solo un hombre y una mujer, algo que tranquilizó a la curva más exaltada de la Iglesia. Como si un Papa pudiera decir lo contrario. “Es el jefe de la Iglesia católica, no de una organización progresista. En temas sociales es abierto, pero doctrinalmente es tan conservador o más que Benedicto XVI. Quien piense que puede aprobar el aborto o los matrimonios de personas del mismo sexo está muy equivocado. Esa, desde luego, no será su herencia”, señala un miembro de la curia que despacha con él.

Francisco absorbe la presión y no suele transmitirla. Pero siempre que tiene ocasión de dar un discurso ante la curia —y ya van cinco— se queja de los chismorreos, de la falta de lealtad. De “la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos”, dijo estas navidades en el tradicional discurso a sus empleados. En los últimos meses ha visto incluso como le acusaban de hereje. “Esas críticas tocan a su corazón. Nunca hemos tenido en la Iglesia una revuelta tan fuerte de los conservadores contra el Papa. Este frente tradicionalmente ha estado de parte del Pontífice y lo que ocurre con Francisco es insólito. Es difícil entender que pasen de adorar a Benedicto XVI a comportarse así con Francisco”, señala un consejero. La corriente reaccionaria está encabezada por el cardenal Raymond Burke, y espera que este pontificado pase a la historia como una mera anécdota. Pero será en los próximos tiempos cuando quede clara la dimensión de su legado, dentro y también fuera de la Iglesia.

La misión política de los últimos Papas ha variado. El polaco Karol Woytila fue el Pontífice que ayudó a derribar el muro entre este y oeste. Y el actual —el primero en 13 siglos que no viene de Europa— busca derribar la barrera invisible entre el sur y el norte. Lo intenta con la defensa de las migraciones —matizada últimamente cuando señala que solo deben llegar los que puedan ser acogidos— en actos como la misa en San Pedro del pasado viernes para celebrar el quinto aniversario del viaje a Lampedusa; la ecología, a la que dedicó una encíclica o la pobreza. Puede verse en todos sus gestos y en los nombramientos de la cúpula eclesial. Uno de los últimos cardenales, por ejemplo, es Konrad Krajewski, jefe de la oficina de limosnas. Un hombre alejado de la arrogancia principesca que solía otorgar el anillo y el capelo rojo y que conoce de memoria el nombre de todas las personas sin hogar que viven alrededor del Vaticano y de la estación de Termini. Todo esto será sin duda parte de la huella de Francisco, que ha calado también en el mundo laico, donde se aprecia más el impacto social de su obra. Porque a veces da la sensación de que cuenta con más apoyo fuera de la Iglesia que dentro, donde quienes esperaban mayores reformas se impacientan y las luchas de poder han embarrado áreas cruciales como la económica.

La corriente reaccionaria está encabezada por el cardenal Raymond Burke, y espera que este pontificado pase a la historia como una mera anécdota

Las finanzas y el cielo siempre se llevaron mal. Pero después de años de caos, el Vaticano ha homologado sus reglas y controles a las del resto de países. “Moneyval [el organismo europeo que vigila el blanqueo de capitales] lo certifica”, señalan fuentes de la Santa Sede expertas en esta área. El Banco Vaticano (IOR), que gestiona alrededor de 5.700 millones de euros, ha cerrado más de 5.000 cuentas sospechosas desde 2013. Se ha reducido el déficit y hay nuevos órganos de inspección. Los banqueros ahora expían sus pecados en los tribunales y no colgados de un puente. Prueba de ello es el juicio por blanqueo de capitales y malversación de fondos al expresidente del IOR, Angelo Caloia, celebrado esta semana. Pero han sido despedidos auditores generales en circunstancias extrañas (espionaje, denuncias de coacción e insinuaciones de corrupción), y cada vez que se contrata a alguien para poner orden, acaba trasquilado. El jefe de todo esto era el cardenal australiano, George Pell. Una suerte de superministro de finanzas que se encuentra desde hace un año en su país a la espera de juicio por encubrimiento de abusos a menores. Nadie le ha sustituido.

Francisco decidió confiar en Pell pese a las sombras que le acompañaban desde Ballarat, su pequeño pueblo natal, donde se produjeron centenares de abusos sexuales mientras él era sacerdote. Muchos opinan que su ausencia del Vaticano este año ha sido buena. “Había una guerra entre él y el cardenal Calcagno [expresidente del organismo que gestiona el importante patrimonio de la Santa Sede: 3724 unidades inmobiliarias por valor de unos 2.700 millones]. Demasiados hombres luchando por sus territorios, por cada centímetro de poder e influencia…”, señala un asesor. Lo que nadie comprende es porque no se ha nombrado a un sustituto. “No es un buen mensaje”, insiste esta persona, escéptica ante la posibilidad de que Pell haya presentado su renuncia al Papa, pese a que su negativa a hacerlo compromete gravemente la línea de tolerancia cero con los abusos, algo crucial para el pontificado.

El viaje a Chile del pasado enero, un peregrinaje supuestamente tranquilo, se convirtió en una embarazosa tormenta. Una periodista preguntó al Papa por los casos de abusos a menores de un sacerdote chileno y el encubrimiento del caso por parte del obispo Juan Barros. “No deberían haberle dejado expuesto a esa situación”, señala un empleado vaticano. Francisco escuchó la pregunta y respondió airado que eran “calumnias” y que no había pruebas. Decidió él. “Es su estilo. Sigue algunas cosas muy de cerca. Y si le preguntan responde. Pero tiene mucha popularidad”, señala un importante miembro de la curia. Poco después, asumió el error, pidió disculpas, encargó una gran investigación y dio un volantazo tremendo que terminó con una invitación a las víctimas ofendidas en Chile a Santa Marta, y una histórica limpia entre los obispos chilenos, que presentaron su dimisión en bloque. Aquello fue un punto de inflexión.

A su llegada Francisco anunció que continuaría con la política de tolerancia cero con los abusos sexuales iniciada por Benedicto XVI. Creó una comisión pontificia para prevenir estos casos. Pero las dos víctimas que incluyó en el nuevo aparato de prevención abandonaron la comisión dando un portazo y denunciando la obstaculización sistemática de sus propuestas. Especialmente desde la Congregación para la Doctrina de la Fe que entonces dirigía el cardenal Gerhard Müller, como señaló Marie Collins, máxima experta en la materia y ex miembro de la comisión del Vaticano. El purpurado alemán no fue renovado. “El Papa ha mostrado buena disposición en asuntos concretos, pero no ha hecho cambios estructurales determinantes que puedan mantenerse después de él. Cuando llegue otro Pontífice, con otra actitud, podría retrocederse. Esos cambios estructurales serían lo único que garantizaría la seguridad de los niños en el futuro. En Chile ha actuado bien, pero esto debería extenderse a toda la Iglesia y que no se trate de casos aislados”, apunta Collins al teléfono.

Después de años de caos financiero, el Vaticano ha homologado sus reglas y controles a las del resto de países

Una vez le preguntaron a Juan XXIII cuánta gente trabajaba en el Vaticano. A lo que el Pontífice respondió irónicamente: “Más o menos, la mitad…”. La realidad es que son unos 4.800. Una pesada estructura que requería una transformación. Ha habido nombramientos de mujeres, se ha reducido el número de dicasterios (ministerios del Vaticano), la estrctura es más horizonatal. Y más allá de que se espere una nueva Constitución Apostólica de la curia o la certificación de un histórico deshielo de las relaciones diplomáticas con China que (según fuentes conocedoras del tema, podría llegar en 2019) hay cuórum en que Francisco ha acometido una reforma de las formas. “Es 100% jesuita. Entiende el Pontificado como una misión, como si fuera su diócesis”, señalan fuentes del Vaticano. Y habrá cambios tangibles emprendidos por Francisco difíciles de deshacer, como el traslado de la residencia del Papa a Santa Marta, un movimiento para alejarse del enclaustramiento autorreferencial del Palacio Apostólico. Un gesto que tiene su reflejo también en el empeño por la apertura ecuménica a otras religiones. Pero lo que suceda en el próximo cónclave determinará si otros giros son definitivos.

El jueves 28 de junio, Francisco creó a 14 nuevos purpurados: 11 son menores de 80 años y tendrán voz y voto para elegir al siguiente Pontífice. Los cardenales electores nombrados por él (59) ya son mayoría respecto a los que quedan de Juan Pablo II (19) y de Benedicto XVI (47). Aunque el avance en el control del colegio no garantiza nada (Benedicto XVI era uno de los dos únicos cardenales que no había creado Juan Pablo II cuando le sustituyó), ahora el órgano de decisión –con 125 cardenales, 5 más del límite orientativo fijado por Pablo VI- tiene una composición más heterogénea y periférica. Hay purpurados de cinco continentes y 83 países y una gran parte, prácticamente no se conoce entre sí. Algunos, como el japonés Thomas Aquinas Manyo, ni siquiera hablan un idioma, aparte del latín, que les permita relacionarse con sus colegas cuando toque entrar en la capilla Sixtina, garabatear un nombre en el trozo de papel y ensartarlo en una cuerda.

Las dinámicas y la influencia dentro del cónclave estarán más fragmentadas de ahora en adelante. Los posibles lobbies o presiones se diluirán con la multiplicidad de nacionalides y sensibilidades. En los sanedrines vaticanos siempre hay quinielas y muchos se empeñan en que toca volver a un italiano. Pero los últimos nombramientos no señalan en esa dirección. “Es posible que el próximo Papa sea de nuevo americano o hispanohablante”, señala un veterano alto cargo, con lo que se representaría a alrededor del 40% de católicos. Se habla incluso de un español: el cardenal Juan José Omella. “Lo he hecho muy bien y es el hombre de confianza del Papa en España, una iglesia que aprecia y entiende”, insiste esta fuente.

España es el único país que ha aportado un cardenal en cada uno de los cinco Consistorios celebrados por Francisco (en el último dos: Luis Ladaria, prefecto de la crucial Congregación para la Doctrina de la Fe, y el claretiano Aquilino Bocos). Pero para que se celebre un cónclave, la sede de Pedro debería quedar vacante. Francisco ha dado a entender que seguirá los pasos de Benedicto XVI —que renunció el 11 de febrero de 2013 en medio de una tormenta de escándalos— y se apartará cuando no se sienta con fuerzas. “No pasan los años en vano. Y tiene una salud que no es de roble. Pero es firme, metódico, laborioso, se levanta muy pronto y muy reconcentrado”, subrayaba el cardenal Bocos a este periódico un día antes de su nombramiento. Una renuncia, a corto plazo, no parece probable, apuntan los expertos. Entre otras cosas, porque se crearía la situación más extraña de la historia de la Iglesia: tres papas conviviendo a pocos metros. Y con dos, ya fue un reto.

El día en que se celebró el consistorio, dio la vuelta al mundo la foto de la visita de Francisco a su predecesor para que bendijese a los nuevos cardenales. “El Papa falso besa el anillo del real”, tituló una web. La realidad es que la convivencia entre ambos, un hecho insólito que podía haber sido incómodo, ha resultado excepcional. Por eso el Papa Francisco, cuenta uno interlocutor, se disgustó tanto en marzo cuando el prefecto de la Secretaría de Comunicación, monseñor Dario Viganò, publicó una carta privada que le había mandado Ratzinger. En la misiva defendía a Francisco de las críticas por una supuesta falta de preparación teológica, pero se ocultó un pequeño tirón de orejas. El escándalo fue mayúsculo y Viganò terminó cesado en plena reforma del área de comunicación vaticana. El giro en la estrategia de comunicación había sido presentado por todo lo alto con gigantes vallas publicitarias en la Piazza Navona con la foto del Papa: la mejor marca hoy de la Iglesia católica.

Francisco ha sido la reacción audaz y fulgurante de la Iglesia al descomunal desprestigio que atravesó

Francisco ha sido la reacción audaz y fulgurante de la Iglesia al descomunal desprestigio que atravesó. A los vientos de cambio que soplaban en el mundo. La Divina Providencia entendió lo que estaba en juego. Todo debía ser nuevo. El primer papa jesuita, el primero americano, también el que inauguró el uso de ese nombre y el primero que convivió con otro hombre que vestía igual. ¿La Iglesia después de Francisco? Un cardenal que participará en el próximo cónclave lo explica así: “Hay cambios, una nueva atmósfera, la curia es más abierta. Pero no está claro qué pasará con un nuevo Papa. La clave está en la gente y en la mentalidad. Hemos visto también gritos, discusiones, decepciones. Debemos esperar, pensar a largo plazo”. Una medida capaz solo de establecer un pontificado.

Daniel Verdú

(Publicado en “El País” el 8 de julio de 2018).

 

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Protegido: Programa del XII Encuentro de la Asociación Francisco de Asis en Granada

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