XIV ENCUENTRO DE LA ASOCIACIÓN FRANCISCO DE ASÍS DE LOS ANTIGUOS ALUMNOS DEL SEMINARIO SERÁFICO DE LOS HH.MM. CAPUCHINOS DE ANDALUCÍA.
Córdoba. 30 de octubre de 2021
A las 10 de la mañana del día 30 de Noviembre de un día lluvioso, estábamos convocados los antiguos alumnos del Seminario Seráfico de Antequera, en el Convento de Córdoba, sede, este año, del XIV Encuentro, después del impasse producido el año pasado por causa de la pandemia del COVID.
A medida que íbamos llegando y éramos recibidos y nos saludábamos con los más tempraneros en el atrio del Convento, se nos invitaba a pasar al refectorio conventual, donde se fueron prolongando los abrazos y saludos fraternos, acompañados de un reconfortante café con leche y dulces típicos de Córdoba.
La Asamblea comenzó a las 11 horas en la iglesia conventual, dándonos la bienvenida, como representante de la comunidad religiosa, Fr. Francisco Martínez de Antequera:
“Queridos hermanos y hermanas: Paz y Bien.
Como casi todo lo ocurrido, desde marzo del 2020, también, como no podía ser menos, la Asamblea Anual de Antiguos Alumnos del Seminario Seráfico de Antequera, también ha sufrido varios retrasos. Hoy, por fin, gracias a Dios, ese encuentro se está pudiendo celebrar.
Como uno de los motivos principales de este evento es el encuentro entre los compañeros, el saludarse, saber cómo se encuentra cada uno, recordar… Este año, al haber pasado dos años y todo lo ocurrido, seguro que hay mucho más que contar y por desgracia algunas de las cosas no serán muy agradables, pues nadie ha salido indemne de esta tragedia que ha vivido la humanidad entera y que no acaba de irse del todo.
De todas formas, siempre hay motivos para dar gracias a Dios, pues las desgracias y el sufrimiento, conllevan también parte de esa vida que Jesucristo experimentó y que acabó en resurrección.
Sed bienvenidos a Córdoba
¿Qué hay en Córdoba? Una casa del siglo XVII, en el lugar, después de la mezquita-catedral, más emblemático de la ciudad califal. Un edificio sencillo, en buen estado, una iglesia, muy capuchina y muy andaluza. Una huerta que es un pequeño pulmón en medio de la ciudad y que, gracias a Dios, no se puede tocar, si no ya la habrían vendido; que está cuidada y labrada, que produce fruta y verdura para la comunidad y para otra mucha gente. Un lugar privilegiado, para llevar un ritmo sencillo, sosegado, fraterno, privilegiado para el encuentro con las personas que viven aquí y las de nuestro entorno. Un sitio, como se dice ahora, donde se vive con una” buena calidad de vida” aunque no me hacen gracia estas expresiones. Un lugar que conserva el viejo dicho que servía para edificar nuestros conventos: “Lo suficientemente cerca para servir al pueblo y lo suficientemente lejos para no ser molestados en el retiro de los hermanos”
Hablar de la historia, los monumentos, la cultura, la belleza de Córdoba, es una obviedad, pues es una ciudad de sobra conocida por todos los que tienen un poco de cultura, cuatro veces Patrimonio de la Humanidad: Mezquita-Catedral, Casco Antiguo, Patios y Medina Azahara, además participa también del Flamenco, como patrimonio de la humanidad. La tierra de Séneca, los Lucanos, Osio, Averroes, Maimónides, Góngora, el Duque de Rivas, Manolete, Fosforito… por citar algunos. Es verdad que con esto no se come, pero prefiero vivir, al menos para mí, en una ciudad donde se respira historia y cultura que, en otro lugar sin identidad. Para algunos esto no será muy importante. Pero cada día, en un mundo tan diluido como el nuestro, las señas de identidad y los entornos humanos y abarcables, son muy importantes.
En este entorno único está nuestra casa. La Plaza del Cristo de los Faroles, por su simplicidad, capuchina-andaluza, cautiva a cualquiera que se acerca a contemplarla. Ya dijo un arquitecto famoso, hablando de esta plaza que: “Nunca se dijo tanto con tan poco” Vivimos en un lugar privilegiado, un entorno único en una casa llena de encanto, que, aunque reformada, mantiene la estructura y el ambiente, para la que fue construida, hace casi cuatrocientos años. Que está viva y se utiliza para lo que fue creada, sólo faltan frailes. Esta casa no es un museo y menos un parque temático.
Esto en cuanto al edificio, su ubicación y estructura. Pero, lo más importante como todos sabemos; son las personas de nuestro entorno: que nos quieren, nos cuidan, nos miman y están pendientes de nosotros. Los cordobeses, se pueden definir como “senequistas” serios, pero a la vez cercanos. Están a mitad de camino entre Granada y Sevilla, geográficamente y en cuanto al carácter, recogen lo mejor de estas dos mentalidades andaluzas.
Que paséis, que pasemos todos, un buen día.”
A continuación, tomó la palabra D. Antonio Sancho, presidente de Asociación:
“Paz y bien a todos.
En primer lugar, quisiera agradecer a los hermanos capuchinos de Córdoba, el que nos hayan permitido celebrar el Encuentro de nuestra Asociación, en este emblemático Convento de Capuchinos.
Nuestro más sincero agradecimiento por vuestra acogida.
Y a todos los asistentes, también mi agradecimiento por acudir, una vez más, a la llamada de este Encuentro de la Asociación, para compartir momentos de recuerdos, de compañerismo y amistad, tras el aplazamiento de la primera convocatoria en el mes de mayo del pasado año 2020, debido al estado de alarma a consecuencia de la COVID-19, que tantos estragos ha hecho en las personas, en las familias, en la economía, en el empleo y en todos los ámbitos sociales.
Hoy, una vez más, acudimos a la llamada del recuerdo de aquellos años de niñez y juventud, de sentimientos recuperados, aferrándonos a seguir recordando aquellos días de convivencia que, sin duda alguna, siguen marcando nuestras vidas. Por tanto, hoy especialmente, nos reencontramos de nuevo para recordar.
No olvidemos nuestro lema: “recordar es volver a vivir”.
Y también reiterar, nuestro agradecimiento a los padres capuchinos, a los que os queremos decir que nunca os pagaremos el sacrificio, la dedicación y la formación que nos dispensasteis en nuestra niñez y juventud.
Notamos este año, algo menos asistencia de los antiguos alumnos: los achaques de la edad, la responsabilidad para con los nietos, el temor aún al contagio de ese virus que nos ha invadido, y otros motivos personales, hacen que decaiga la asistencia a este encuentro.
Este año, además, marcado por la noticia del cierre del Convento de Antequera. En una primera fase, el de las instalaciones del seminario seráfico. Noticia que nos ha impactado causándonos una profunda pena y tristeza, pero las circunstancias… son las que son.
Quizás, la falta de vocaciones, la cada vez mayor edad de los frailes, los gastos que conlleva el mantenimiento de las instalaciones, etc., seguro que han propiciado esta situación.
Queridos compañeros y amigos, la realidad es, que se hacía muy difícil el sostenimiento de nuestro centro matriz. ¡Qué más quisiéramos que hubiese otra alternativa!
Los tiempos y las circunstancias cambian y nos tenemos que amoldar a las nuevas exigencias de la sociedad, no nos podemos quedar estancados, pues este asunto tiene fecha de caducidad, al igual que nuestra Asociación.
¿Qué ocurrirá dentro de diez o doce años con nuestra Asociación? No lo sabemos, pero ¡ojalá que dure mucho más!, ¿No desaparecerá cuando los antiguos alumnos nos veamos impedidos para asistir a este Encuentro?
En otro orden de cosas y para dar cumplimiento a la parte legal de la asociación, siguiendo el orden del día de la convocatoria de esta asamblea, en cuanto al estado de salud de nuestra tesorería, quisiera recordaros que actualmente, contamos con alrededor de 80 socios, que como sabéis, abonan 36´00 euros anuales cada uno; de los cuales, la entidad bancaria, cuando pasa los cargos, aplican su cuota por recibo y si el cargo es devuelto, que todos los años hay algunos, concretamente este año han sido nueve devoluciones, nos impone el doble por cada devolución. Si a ello le añadimos, la cuota de mantenimiento de la cuenta, la cantidad que la asociación dona a los conventos donde se celebran nuestros Encuentros y los gastos de mantenimiento de nuestro Blog, resulta que ya no hay margen para ninguna otra actividad.
El año pasado, por iniciativa de nuestro compañero Juan José Valverde, también hemos colaborado con las hermanas religiosas clarisas del Convento de Belén de Antequera.
Sabéis que uno de sus principales ingresos económicos es la elaboración de productos navideños y que su sustento depende en gran medida de las ventas de dichos productos.
Debido a las restricciones provocadas por la COVID-19 en esas fechas, sus ventas, y por tanto sus beneficios, peligraban significativamente, por lo que nuestra Asociación se prestó a colaborar con las religiosas con propaganda en cartelería por distintas zonas de la comarca de Antequera, para la difusión de sus productos, con la intención de que todos aquellos compañeros de la asociación, así como familiares y amigos, pudieran adquirir algunos de sus manjares, y saborear la exquisita elaboración de esta repostería tradicional y artesanal, a la vez que contribuímos en esa obra social.
Gracias en parte, a esta colaboración, y, según información de las propias religiosas, el Convento de Belén pudo salvar las ventas de esta última Navidad. También gracias a vuestra generosidad, ya que los pequeños fondos que tiene la Asociación, son de todos vosotros.
El estado de la tesorería de la Asociación al día de hoy, arroja un saldo a favor en nuestra cuenta, de 2.119,50 euros.
Este año, gracias a Dios, la Asociación, no ha tenido que colaborar con compañeros que tenían dificultades económicas para llegar a final de mes, y que, en otras ocasiones, se les había ayudado a pagar recibos de luz, agua, medicamentos e incluso alguna mensualidad del alquiler de la vivienda habitual. La situación económica de estos compañeros se ha estabilizado y este año no han necesitado nuestra ayuda.
Pero a pesar de las dificultades, seguimos manteniendo esa pequeña ayuda a los Hermanos Capuchinos por decisión de la Asamblea. Este año, por valor de 1.500 euros, seguro que ellos saben darle buena utilidad.
(Hace entrega del talón bancario, nuestro hermano colaborador en este Encuentro, Rafael Castellano Ruiz.)
Quisiera aprovechar la ocasión para agradecer a los compañeros Juan José Valverde León, Rafael Castellano Ruiz y Juan Manuel Ayala Pérez, su colaboración, por su activa y eficaz participación en la organización de este encuentro.”
Seguidamente se planteó a la Asamblea dónde celebrar el año próximo el Encuentro. Se decidió, por mayoría absoluta, en Antequera, aunque todavía pendiente de fijar fecha.
Para concluir la Asamblea, tomó la palabra nuestro director espiritual, fray Diego Díaz Guerrero que habló de los signos de los tiempos para reconocer la voluntad de Dios y que debemos no olvidar rogar al Señor de la mies… que envíe obreros a su mies”. dando así por concluida la Asamblea.
A continuación, dentro del apartado “La huella de los Padres Capuchinos en tu vida”, se procedió a realizar la habitual entrevista personal a nuestro querido Fr. Francisco Martinez de Antequera. Entrevista realizada por nuestro colaborador D. Carlos Rico Mesa, persona muy cercana a Fr. Francisco en el Convento de Antequera.
Os ofrecemos una reseña general de la entrevista:
En el marco de la “Huella de los padres capuchinos en mi vida” mis palabras están muy condicionadas por el cierre del convento de Antequera, que ya reflejé en un artículo que escribí para “Punto de Encuentro” revista interna de los capuchinos de España, y que se publicó posteriormente en el Blog de la Asociación: Mi infancia son recuerdos… palabras de D. Antonio Machado en lo que se puede llamar “Autobiografía” y que él, más modestamente llama “Retrato”
Yo, realmente no conocía de forma personal a casi ninguno de los padres capuchinos que vivieron en ese convento de Antequera durante mi infancia y adolescencia. Primeramente, era muy chico y los capuchinos eran una imagen de unos seres que la mayoría de nosotros, especialmente los niños, los veíamos como algo sagrado y misterioso y nuestro contacto se reducía a besarle devotamente el cordón cuando los veíamos por la calle. También los veía en algunas celebraciones y cuando fray Casimiro iba a la plaza a comprar o vendiendo almanaques de fray Leopoldo por las casas.
A pesar de que de niño me hubiese gustado ser seráfico, cosa que agradezco ahora, porque de haber entrado en aquel momento, lo más probable, como he dicho en otras ocasiones, quizás, ahora estaría escuchando y participando en este encuentro como antiguo alumno, cosa que no tiene nada de malo, por supuesto. Además, cuando fui teniendo cierta edad, pasaba mucho tiempo en el campo y, muy a mi pesar, no podía participar de las misas y otros actos devocionales que se llevaban a cabo en el convento y desde los 18 años hasta los 29 viví en Madrid. Sólo la fila de seráficos, cuando salían de paseo por el campo, me era familiar, aunque casi siempre los veía a distancia y a veces con un poco de aprensión, pues según una leyenda urbana, cuando salían de paseo llovía, todavía no sabía que lo de llover o no llover dependía del “dichoso” Anticiclón de las Azores.
Yo siempre he dicho que soy de vocación temprana y de profesión tardía, porque como dice Isaías, salvando todas las distancias entre el profeta y un servidor, desde el seno materno te he llamado, aunque eso es algo que Dios hace con todos los seres que vienen a este mundo. Como ya sabéis, quise entrar en el Seminario Seráfico y por múltiples motivos no pudo ser, cosa que luego cuando relees tu historia a la luz de la fe, te das cuenta que todo es pura gracia. De esta manera como veis mi contacto con los frailes fue posterior.
Como a otros muchos hermanos les sucedió, salvando todas las distancias habidas y por haber, Félix de Cantalicio, fray Leopoldo…también yo tuve algún pequeño inconveniente a la hora de ser admitido. La cosa ocurrió cuando un verano, que vine de vacaciones a Antequera, normalmente iba a misa al convento. Pero ese año, cuando fui a misa, antes llamé a la portería para preguntar por Cecilio, un granadino que había conocido un tiempo antes en Yuste, donde algunas veces fue a hacer un retiro. Él estaba allí haciendo una experiencia con los jerónimos. Nos dimos a conocer y luego nos estuvimos escribiendo de tarde en tarde. En una de las cartas me dijo que estaba con los franciscanos en Granada y una vez que vine a Andalucía y me fui a ver la Alhambra, pregunté por él en la casa de los franciscanos en la Ronda. Me dijeron que allí ya no estaba. Al poco, recibí otra carta diciéndome que estaba en Antequera, con los capuchinos, sería el tercer sitio donde lo encontraba intentando ser fraile. Este fue el motivo, por el cual pregunté por él en la portería y casualmente él me abrió la puerta. Estuvimos hablando y le conté mi intención de entrar en el Seminario de Madrid, que entonces, en tiempos de Tarancón, estaban divididos en pequeñas comunidades, una de ellas en Orcasitas, cerca del barrio donde yo vivía.
Creo que nunca he tenido vocación de cura, pero era lo que podía hacer, pues tenía 29 años y se me estaba pasando el arroz. El motivo era que tenía que seguir manteniendo a mi madre que dependía de mí y en el seminario me dieron la posibilidad de que siguiera trabajando por la mañana, pues tenía jornada continuada y por la tarde estudiar. Pero Cecilio, de sopetón me dice: “¿Paco y porque no aquí?” Yo le expuse las razones, pero la pregunta quedó ahí y cuando volví a Madrid maduré la cosa y puesto al habla con mis jefes, que me apreciaban, me hicieron un despido que me permitía dos años de desempleo, justo lo que mi madre le faltaba para cobrar la pensión. A partir de ahí todo se fue arreglando y el 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa, comencé la experiencia en Sanlúcar de Barrameda. Antes ocurrió que después de escribir dos cartas y no obtener respuesta, me dijeron que escribiera a Fr. Paco Luzón, que era el delegado vocacional y a vuelta de correos obtuve respuesta afirmativa, diciéndome que, si estaba decidido, en cuanto arreglara mis asuntos me recibía para hacer la experiencia en la fraternidad de Sanlúcar.
El primer fraile con el que traté, fue con Alfonso Ramírez Pedrajas, alguien, que como todos sabemos, no caía bien a la primera y no por los demás, sino porque era alguien que, como la tónica, hay que aprender a amarla. Luego todos sabemos cómo era y cuando lo conoces un poco ya no hay problema, aunque te siga dando empellones y tortazos. El primero fue, cuando llegué de Sanlúcar a Antequera, nada más verme me dijo que me quitara la barba y me pusiera zapatos, a mí me chocó un poco, pues en la Orden Capuchina, era y para algunos sigue siendo uno de los rasgos externos más normales. Además, yo en Madrid, siempre llevé barba y sandalias, que no era algo nuevo. Luego se le pasó y no tuve que renunciar a esto, aunque pensé que era una pequeña prueba que los maestros ponían a los novicios y que narran las vidas de los santos.
Allí estaban, además, el P. Berardo, con el que hice buenas migas desde el principio y en algunas cosas comulgaba con él. También fray Jorge de Cuevas del Becerro, un fraile tan peculiar y divertido que daba un toque de “florecillas” a la comunidad. Al poco de estar en Antequera llegó, desde Italia, pues había estado haciendo un curso de franciscanismo, el P. Arturo de Muros, gallego, pero afincado en Andalucía desde niño. Fue nuestro maestro de novicios.
De Antequera pase a Granada para estudiar bachiller y teología. Allí había una comunidad bastante numerosa y hermanos de todas las edades. P. Antonio, Rafael del Carpio, Bernardo de Villanofar, un fraile muy especial, el P. Salvador de Montefrío, fray Jacinto, fray Leopoldo de Luque, el P. Basilio de Güajar. Después llegarían Alfonso del Viso y otros estudiantes. El guardián era el P. Luis Viñolo o Valentín de Chucena. Damián de las Ramblas, fray Eloy y Carlos Cañete llegaría después.
Al terminar teología me ordenaron de diácono en Granada y de aquí pasé a Antequera y al año me ordenaron de presbítero. En Antequera estuve veinte años compartiendo la vida con el P. Juan Jesús, Fernando, Carlos, Luis Viñolo, fray Sebastián, Eduardo, Andrés, José Manuel y poco más… Después me mandaron a Córdoba, dos años a Granada y de nuevo a Córdoba, donde me encuentro.
El cierre de Antequera a todos nos ha afectado y a mí de manera especial, pues casualmente me tocó decir la última misa, el día en que nos despedimos. No soy nostálgico y suelo ser de donde estoy. Por lo tanto, doy gracias de no haber estado de comunidad en ese momento.
Lo que ocurra a partir de ahora, sólo Dios lo sabe y el carisma franciscano-capuchino es compartido por muchos hermanos en los cinco continentes. Ahora, al menos, en el primer mundo toca replegarse, no sabemos si asistiremos a una nueva primavera vocacional, si no, Dios, que es el que lleva la historia y la viña es suya, sabrá dar en cada momento lo que realmente necesitamos, aunque no coincida con lo que a nosotros nos gustaría.
A mí me gusta mucho una frase de San Francisco, que dijo, cuando tirado en el suelo, desnudo, estaba a punto de expirar:
“Comencemos hermanos que, hasta ahora, poco o nada hemos hecho”
Dentro del Ciclo “San Francisco de Asís en nuestros días” y aprovechando que estamos en esta ciudad monumental, no queríamos dejar pasar la oportunidad de conocer algunos aspectos que, casi seguro, en nuestras visitas a Córdoba, se nos han pasado por alto.
Para ello, y un año más, contamos con la presencia de D. Carlos Rico Mesa, profesor y licenciado en historia del arte y colaborador con la Asociación, y al que agradecemos sinceramente su participación y esfuerzo para poder estar hoy con nosotros y deleitarnos con sus explicaciones.
Su admirable conferencia titulada “Los Capuchinos y Córdoba”, fue un ejemplo de agradable e ilustrada exposición con fotografías históricas y referencias bibliográficas, que nos dejó a todos prendados y animados a indagar en la historia de lo que han significado los capuchinos en y para Córdoba.
Posteriormente celebramos la Eucaristía.
A continuación, Foto de familia en el altar mayor de la iglesia conventual.
Y como cierre general del Encuentro, Almuerzo en el restaurante del Hotel Maciá Alfaros, en la calle Alfaros, junto a Capuchinos.
Desde allí los distintos integrantes del grupo fueron despidiéndose y partiendo a sus distintos puntos de la geografía, cargados de ánimo renovado y fraterno.
(Reseña realizada por Baldomero Maya y Antonio Granados)